Universidades ¿qué tradición se defiende?

Publicado el 08 julio 2010 por Jorge Gómez A.

El artículo “La universidad pública en gavetas oxidadas: de olvido y desigualdad” basa su argumento recordando la fundación de la primera universidad de la república de Chile, la Universidad de Chile, cuyo rol esencial “apoyar la educación elemental”.

Ese papel era consistente con el propósito republicano de emancipar, no sólo los cuerpos sino también las mentes de todos, para hacerlos ciudadanos. La universidad debía ser el motor para salir del freno que el colonialismo había dejado, y la base para una ciudadanía libre.

No obstante, ese valioso rol originario no se condice con el actual modelo de educación pública imperante, más eficiente en sedimentar la desigualdad. Quedó guardado en gavetas hoy oxidadas. Todos conocemos el punto de inflexión donde ocurre eso.

Esos estantes oxidados personifican a algunas de las actuales universidades públicas, convertidas en algunos casos en meros nichos de poder y nepotismo, que también han entrado en la ideología de la “educación-mercancía” favoreciendo el enriquecimiento de algunos a costa del esfuerzo de otros.

Entonces, surge la duda ¿Qué es lo que realmente se quiere mantener cuando actualmente se habla de proteger la universidad pública o estatal en términos tan amplios? ¿Esas gavetas oxidadas o ese rol originario enarbolado por Bello?

Este punto es clave en mi crítica –que además es muy distinta a la del señor Rojas, con quien además lamentablemente el señor Insunza mezcla mis argumentos-.

Porque una cosa es ser a priori contrario a la universidad pública en base a determinado paradigma; y otra ser crítico de la dudable gestión con que algunas son manejadas en el actual sistema “tradicional”.

Si uno valora la educación pública tal como Bello lo hizo, la crítica a la universidad estatal tiene sentido absoluto actualmente. De lo contrario, sólo bastaría con esconder la cabeza como avestruz y dejar que algunas se auto fagociten en base a malas prácticas, como actualmente ocurre con la UTEM.

Ahí existe un buen ejemplo de lo que ha generado este orden “tradicional”, donde lo que algunos llaman “gestión democrática” no es más que un claro y descarado sistema clientelar, casi feudal, que ha permitido el enriquecimiento descarado e impune de algunos, en desmedro de los alumnos. Todo a vista y paciencia de las autoridades de turno, incluso de aquellas que hablan de defender la educación pública. Sólo basta investigar bien.

Por otro lado, de la comparación entre privadas y estatales -en la crítica a algunas estatales- no se desprende en ningún caso una defensa a priori de las privadas, menos aún considerando casos de privadas que presentan serias falencias. Sin embargo ¿El que algunas privadas presenten eso, justifica que las públicas lo hagan? Claramente no.

Lo único que se critica es la defensa corporativa, carente de cualquier tipo de autocrítica al actual statu quo universitario.

Como Bunster dijo: “El problema con la ciencia y la innovación en Chile no está en los investigadores, sino que en el sistema establecido, que incluye al aparato universitario tradicional".

La pregunta es: ¿Cómo queremos nuestras universidades y para qué? ¿Las queremos como gavetas oxidadas como ahora o como soñó alguna vez Bello?