Uno de los nuestros. Tawni O'Dell

Publicado el 02 febrero 2018 por Revista PrÓtesis @RevistaPROTESIS
Una tradición irlandesa de gentes sumidas en la miseriaEl psicólogo forense Sheridan "Danny" Doyle acude a visitar a su familia en el pequeño pueblo minero de Lost Creek, en Pensilvania. De este pequeño enclave de la minería del carbón se nos dice:
Los adjetivos con que se suelen describir los pueblos situados en el fondo de un valle —acurrucados, enclavados, protegidos, encajados— no parecen oportunos. Más bien da la impresión de que a este pueblo lo hubieran escupido ahí

Doyle acude al pueblo para visitar a su abuelo y, sobre todo, para comprobar el estado de su madre, Arlene McNab, internada en un hospital psiquiátrico, pues fue condenada por asesinar a su hija Molly a los pocos días de su nacimientoLos habitantes de Lost Creek proceden mayoritariamente de la emigración irlandesa más pobre, que sufrió unas penosísimas condiciones de vida y trabajo, muy cercanas a la esclavitud, y que en su momento dieron lugar a un movimiento de violenta protesta encabezado por el grupo de Los Nellies, de quienes hay apreciaciones bien distintas:

Algunos los consideran santos, los primeros mártires del movimiento obrero en los Estados Unidos. Otros piensan que eran matones, sindicalistas descastados que recurrieron al asesinato para dar más fuerza a su causa

Santos o matones, lo cierto es que tuvieron un terrible final: fueron todos ellos ahorcados en una plaza de Lost Creek.
Y al lado de la histórica horca, que aún se mantiene en pie, el protagonista de nuestra novela, Doyle, encuentra el cadáver de Simon Husk, un hombre que tiene relación con los antiguos ajusticiados, de igual forma que el propio Doyle es descendiente de otro.
brutales historias familiares en la América profunda
El desarrollo de la narración alterna, a partir del macabro hallazgo de Doyle, la resolución de algunos asesinatos que empiezan a ocurrir en esta pequeña pero feroz comunidad, con la narración de los estragos que para Doyle y su familia tuvo el filicidio ejecutado por su madre, un hecho que marcó a todos sus miembros. Uno de los más afectados por aquella tragedia fue el propio Doyle, que de alguna forma, pretenderá ahora conjurar los fantasmas existenciales que le han perseguido desde aquel infausto suceso.
Y como telón de fondo de la narración actual, la trágica historia de esa pequeña comunidad minera, que quedó indeleblemente marcada por la ejecución de Los Nellies y por una alienante realidad laboral y un ominoso escenario físico, así como por la memoria de una tradición irlandesa de gentes sumidas en la miseria y en el oprobio por sus amos ingleses.
Siendo ésta una dura historia, nos encontramos, sin embargo, con unas gentes que luchan por mantener su dignidad, que intentan guardar su memoria y tradiciones, y que conjuran el negro ambiente que los rodea lanzándose a un peculiar uso de los más brillantes colores en sus ropas y su vida, que aceptan que puede ser hortera, pero que consideran que es mejor que caer en los colores de la desesperación y la muerte.

Y si chocantes y duras son las historias que nos son relatadas, no lo son menos sus protagonistas, desde un veterano detective Rafe, que enfrenta la vida tras su turbulento paso por Vietnam, al cacique de la zona, Walker T. Dawes, descendiente de quien ordenó y organizó las ejecuciones de Los Nellies, o su impactante e inquietante hija Scarlett. Y para dar mayor atractivo a la historia, un grupo de presuntos y coloristas detectives de lo paranormal, encabezados por un perrito con poderes de vidente. 

La narración combina muchos registros, desde los recuerdos casi oníricos de otras épocas a sucesos de una brutalidad que nos deja sin resuello; de esta combinación de sensibilidad y brutal realidad resulta un cóctel narrativo del que apuramos con ansia hasta la última gota.
No podemos dejar de señalar que la narración está girando continuamente alrededor de un tema: el del poder telúrico que las madres pueden desplegar de muy diversas formas, y en esta línea se llega a afirmar:
La decisión de Prosperity McNab de unirse a la banda que lo conduciría a una muerte infame no tuvo nada que ver con las razones que a la historia le gusta enarbolar. Se unió a sus filas no porque tuviera interés en mejorar las condiciones de los mineros o vengarse de los ricos y los racistas, ni siquiera por un deseo de impresionar a la mujer que amaba con un derroche de celo patriótico por la tierra ancestral, sino porque no pudo evitar sentirse atraído por un grupo de hombres que lucharon para honrar la memoria de una madre que llevó a cabo un extraordinario acto de coraje por su hijo

La autora, como nos mostró de forma deslumbrante en su anterior novela, Ángeles en llamas, nos regala un magnífico thriller de intriga, donde se dirimen brutales historias familiares en una de esas zonas que denominamos “América profunda”, y que nos dan todo un recital de sensibilidad y poderosas historias personales.
Siruela, 2018Compra En Casa del Libro
José María Sánchez Pardo