Anda de capa caída el pop en el último trimestre de 2012 tras lo bien que comenzó, con hitos como Rufus o Saint Etienne. Se acumulan los lanzamientos –cada día es más sencillo producir y publicar-, son inabarcables los nombres y, aunque Spotify permite picotear fácimente, se hace necesario establecer alguna clase de criterio acotador para poder escuchar la música con profundidad. En mi caso la orientación viene por una primera aproximación al estilo, si es algo que no me agrada demasiado no tengo ya paciencia para buscar la perla dentro del agua. Así que aquí van las últimas cosas que he estado probando:
-“Charmer”, de Aimee Mann: sigue presa, a mi entender, del “efecto Magnolia”. Este nuevo álbum presenta el mismo tono que aquél, pero con un nivel compositivo mucho menor. Suena agradable, pero no memorable.
-“Ancient future”, de Christopher Willits y Ryuichi Sakamoto: disco apto solo para los no habituales, como es mi caso. Entre el ambient y el clasicismo, nos ofrece momentos de delicadeza no desdeñables, aunque se trate de una poco ambiciosa reiteración de obras precedentes.
-“To the soul”, de Frida Hyvönen es un agradable disco retro, pero tan retro que sus melodías y producción no imitan a las formas de los ochenta, sino que parecen proceder directamente de allí, como si la grabación se hubiese rescatado de algún cajón de rechazados o pendientes de estudio.
-“Sundark and Riverlight”, de Patrick Wolf: álbum de versiones de temas propios a los que se desnuda de barroquismo y frivolidad. El resultado es un petardo. Aburrido, sin más.
-“Sun”, de Cat Power: empezamos el “capítulo de intensas”. A ver, muy indie todo, mucho contexto personal y demás. Pero los temas no saltan de la sartén, no se te quedan, ni te maravillan por sus recursos ni te emocionan. Uno de esos prestigios incomprensibles que en seguida encuentran espacio en las revistas, hagan lo que hagan.
-“The haunted man”, de Bat for lashes: cerramos el “capítulo de intensas”. Hay fragmentos de belleza en estos temas, melodías bonitas y una voz espléndida. Pero es tan evidente el remedo de Kate Bush y tan insoportable la extravagancia forzada de Natasha que nos tira un poco para atrás, comenzando por esa portada efectista que no pasa de ridícula.
-“The origin of love”, de Mika: la pequeña sorpresa de esta temporada. Aunque tanto chicle de colores e histrionismo resultaba difícil de digerir en los anteriores discos, un pequeño giro estilístico hace éste mucho más apreciable. Pop divertido, muy bien arropado por una producción en la que se procura la contención vocal y el acompañamiento electrónico, se hace un poco largo aunque contiene canciones lo suficientemente bonitas para que merezca la pena.
-“Shifty Adventures in Nookie Wood”, de John Cale: ahí está, un tipo de setenta años haciendo el disco más joven, vigoroso, variado y disfrutable de estos meses. Pop-rock de calidad, directo sin renunciar a las pinceladas experimentales, con algunos temas geniales y un tono que recuerda al Bowie más inspirado, incluso en el aspecto vocal.
-“Come home to mama”, de Martha Wainwright: prosigue la línea de su anterior disco pop, con el intervalo del homenaje a Edith Piaf, y continúa teniéndolo todo para llegar, pero no llega. Trata de ofrecer temas pegadizos, como ‘Can you believe it?’, pero es demasiado irregular. Tiene que ser duro lo suyo con su hermano.
No nos podemos quejar, sin embargo, cuando hemos tenido hace poco el estupendo “Coexist” de The XX, la siempre fiable entrega de Pet Shop Boys, “Elysium” y el popemasde Antònia Font, “Vostè És Aquí”, que admite infinitas escuchas (y en ello estamos).