Unos economistas de primera

Por Onomatopeyistas

Los sueldos y los gastos de un sector de la población al que sólo el ingenio salva de la ruina

Se ha hablado mucho en los últimos meses de la lacra social que supone la juventud de hoy día. Términos tremendamente imaginativos como el de 'Generación Ni-Ni' (Ni estudio, Ni trabajo), parecen dejar claro que los días de padres orgullosos e hijos bien peinados llegan a su fin. Sin embargo, también es posible que no nos encontremos ante el fin de la sociedad tal y como la conocemos. Muchos aplaudirían hoy aquella cita que decía: 'Nuestra juventud es decadente e indisciplinada. Los hijos no respetan ni escuchan ya los consejos de sus mayores. El fin de los tiempos está cerca.' Una frase que parece describir la vida hoy en día, y que se encontró labrada en piedra en Caldeo. Data del 2000 a.C.

Sin embargo, al margen de esta penosa situación y como en casi todas las cosas, encontramos una alternativa. Aquellos que han sido llamados la 'Generación No-No' (No estudias, No sales). Estudiantes que han acabado el Bachillerato en su momento, o con un par de años de retraso como mucho. Gente que hizo selectividad y escogió una universidad como la mejor opción de futuro. Son estos jóvenes desapercibidos los que tendrán en un futuro la responsabilidad de sacar a España de la crisis en la que se encuentra en la actualidad. Y no podría encontrarse a nadie tan preparado para sobrellevar un receso económico.

Precisamente, dentro de este grupo se encuentra el potencial necesario para salir de esta situación y de otras parecidas. Veamos como estos actores del panorama nacional son capaces de sobrevivir en situaciones adversas con recursos mínimos.

El alto porcentaje de universitarios que dejan su ciudad para estudiar limita completamente el tutelaje paterno, así como la acostumbrada manutención y respaldo económico. En esta situación, por lo general se concede al estudiante un sueldo mensual, que además servirá, en algunos casos, para pagar el alquiler de un piso, la electricidad, el agua…

Estos sueldos nunca son demasiado amplios, dando fama de grandes ahorradores a quienes lo reciben. Por lo general, después de pagar los gastos de la vivienda, la residencia o el colegio mayor, los estudiantes disponen de una cantidad entre los 70 y los 100 euros para gastos personales.

Bien gestionados, 25 euros por semana no es nada despreciable, teniendo en cuenta que los gastos mínimos (alojamiento y comidas) ya están cubiertos. Pero analicemos ahora como si de una administración gubernamental se tratase, el reparto del dinero.

Supongamos pues que después de las asignaciones al Ministerio de Vivienda, el estudiante/presidente prepara el presupuesto mensual. En numerosos casos se descuenta el impuesto sobre el tabaco, que a razón de 3.30 € cada, digamos, tres días, dan un total de más de 30 € solo en tabaco. Además, los gastos de movilidad aumentan. Son más los estudiantes que se mueven en transporte público que los que lo hacen en vehículo propio. Así pues, asumamos que la movilidad sólo es necesaria para los viajes del domicilio al centro de estudios, y que cada viaje consta de un solo transporte, sin trasbordo (observará el lector que todas las aproximaciones se hacen por lo bajo). El abono mensual cuesta X, y en caso de no poder permitírnoslo (o de realizar menos viajes de los establecidos), el 'metrobús' estándar de 9€ y 10 viajes suele ser la segunda opción más cotizada. Basándonos en esto, calculemos al menos 2 vales al mes. El impuesto sobre la movilidad queda entonces sufragado.

El Ministerio de Cultura se limita al cine, puesto que el teatro o algún otro espectáculo que se salga de un mimo asaltando al estudiante en el metro (por lo general, con un coste de 0,20€) queda fuera de las posibilidades del mismo. El cine cuesta, como mínimo, 4.50€ en la ciudad de Madrid. Supongamos ahora que sólo dos de las 4 semanas del mes lo dedicaremos a este divertimento.

El impuesto sobre el alcohol también es un dato a tener en cuenta. Un joven suele gastarse entre 15 y 30 euros en una noche festiva media. Supongamos ahora que sólo son 15€, y que sólo son dos noches al mes las que el estudiante disfruta de este divertimento.

Ahora sumémosle presupuestos extras, como el delMinisterio de Sanidad (productos de higiene y cosméticos, cortes de pelo…), el de Agricultura y Pesca (que a un estudiante le den calabazas o que la interesada pique, dependerá también de cómo de generoso se muestre) o el de Turismo (los viajes a casa no son baratos, así que deben estar limitados en medida de lo posible).

Además, deben sumarse a esto las comidas no programadas, como parte del programa establecido. Tanto si es en la cafetería de la facultad (7€ aprox.) como si es en un restaurante (15€ min.) alguna vez el estudiante se saldrá del programa, probablemente con asiduidad.

Como comprobará el precavido lector que lleve la cuenta, el umbral del pago establecido queda pronto ampliamente superado. Es por esto que el estudiante, lazarillo inquieto e ingenioso, ha desarrollado formas de aumentar su capacidad adquisitiva. Desde la donación de esperma (50 € semanales si se pasa el proceso de selección) hasta las clases particulares (entre 6 y 9 euros la hora), los trabajos sencillos ayudan al estudiante a hacer frente a un porvenir incierto de cuentas al descubierto y números rojos.

Pese a esto, en la gran mayoría de las ocasiones y sin trabajos que valgan, sólo el ingenio y el buen hacer se interponen entre nuestro artista y la ira de su paternal mecenas.