Unos se acuerdan de la nieve, yo no

Por Vega Rot @devueltaalagua

Últimamente en las redes sociales se recuerda mucho que por estas fechas hace 6 años fue la última gran nevada en San Sebastián. Mis recuerdos de esos días son otros. No tan bonitos, por cierto.

Por aquellas fechas éramos los flamantes nuevos papas de [A.], que había nacido a finales de Octubre del año recién terminado. Era un bebé precioso, que comía bien, dormía muchísimo y lloraba poquísimo. Un chollo de bebé. Nos tenía locos. Un día, con poco más de dos meses, empezó a llorar más de lo normal. No había quien la consolara. Ella que nunca quería estar en brazos, ahora era lo único que la calmaba. Probamos con una mochila de bebes y la cosa mejoró, aunque la niña seguía lloriqueando. Eramos muy novatos y todo nos asustaba, pero veíamos que aquello no era normal. “Los bebes lloran mucho” nos decían. Pero el nuestro no, algo le pasaba. No tenía fiebre, ni tos, ni mocos… Pero estábamos seguros de que algo le pasaba. Esperamos al día siguiente y seguía igual, así que nos la llevamos al pediatra, con la esperanza de que nos llamara histéricos y nos dijera que eran cólicos o algo así.

Nunca supimos que le vio de especial, pero nos mandó directamente al hospital materno-infantil a hacerle pruebas. Yo estaba aun con la hormona de la maternidad que te hace tener un espíritu bastante zen e iba tranquila. Al llegar ya nos estaban esperando y se la llevaron a sacar sangre (¡¡a mi bebe de 2 meses le tenían que sacar sangre!!). Como las enfermeras se las saben todas, antes de que montáramos un número dramático como cualquier padre primerizo que se precie, nos dejaron fuera de la sala de extracciones. Total que los resultados fueron tan malos que nos ingresaron directamente. Ahí ya me empecé a poner nerviosa, pero aun mantenía la compostura.

A la mañana siguiente pasó a verle el especialista y al rato vino a decirnos que se la llevaba al quirófano en un rato. Ahí ya perdí el espíritu zen, los papeles y la compostura, y me puse a llorar como hacía tiempo que no lo hacía. Ahora la inconsolable era yo. Algo le pasaba a mi niña y no sabían que era, así que tenían que abrir y mirar… ¡Ni que fuera un armario! Dicho y hecho, al mediodía le operaban. Yo me imaginaba a mi bebe llena de tubos, solita en la mesa de operaciones y me ponía mala. Aun hoy, 6 años después, lo recuerdo y se me saltan las lágrimas. 3 horas después volvió el cirujano a contarnos que había sido una torsión del ovario derecho, algo que en su larga experiencia jamás se había encontrado en una niña de esa edad. ¡¡Y va y le toca a [A.]!! Por suerte lo solucionaron sin problemas, pero nos dijeron que no sabían si su ovario funcionará el día de mañana y si podrá tener hijos. Que te digan eso de tu bebe de 2 meses es francamente surrealista. Hoy ya tiene el alta total, después de muchísimas revisiones durante 4 largos años.

Y fuera en la calle nevaba. Pero yo solo podía mirar a mi hija. La próxima vez que nieve en San Sebastián, mi niña y yo miraremos la nieve juntas.