Existen películas que te hacen pasar un buen rato y otras que te tocan la fibra sensible, si bien la inmensa mayoría se limita, mejor que peor, a hurtarle hora y media al tedio. No obstante, en contadas ocasiones, casi desde los primeros instantes uno tiene la sensación de que va asistir a la proyección de una obra maestra, y “Up in the air” es una de estas rarísimas excepciones.
La fórmula es tan sencilla de enunciar como difícil de llevar a cabo: un planeamiento original e innovador, un personaje central sólido y complejo, el interpretado por Clooney, y unos secundarios que le ponen el contrapunto justo para que la trama resulte desconcertante, insólita, divertida y emotiva, todo es su justa proporción para lograr una película para el recuerdo.
Imaginen ustedes alguien que se dedica a despedir a otros, un cínico curtido y con callo en todas sus emociones. Por añadidura, el tipo se dedica a impartir conferencias para ejecutivos aburridos sobre la necesidad de desprenderse de ataduras materiales y personales. Consideren, además, para sumar colorido a la historia, que este tipo, que viaja un día sí y otro también, se ha habituado a vivir en aviones y aeropuertos, haciendo de la eventualidad su razón de ser, alimenta la obsesión de llegar a ser la séptima persona que llegue a acumular diez millones de millas de American Airlines (el equivalente a puntos Iberia Plus).
Justo en ese punto, irrumpen en su vida dos mujeres: una es una suerte de improbable versión femenina de él mismo (ella llega a decirle: “yo soy tú con vagina”); la otra es una compañera de trabajo, la típica jovencita ambiciosa y sabelotodo que ha convencido al jefe de ambos para que se decida a realizar los despidos por videoconferencia, circunstancia que acabaría con el modo de vida del protagonista, forzándole a probar una dosis de su propia medicina. Cada una de estas mujeres impulsa uno de los dos hilos paralelos en los que se desarrolla la trama.
Como cabría esperar, él cínico acaba por enamorarse de su versión femenina, y la listilla emprende una suerte de viaje iniciático con el protagonista, que sirve de excusa para que este muestre a su compañera, por añadidura al público, por qué ha llegado a ser como es, su peculiar escala de valores, en realidad un castillo de naipes que está a punto de desmoronarse por ambos lados a la vez a causa de las dos mujeres. Y lo mejor de todo: cuando el espectador comienza a presagiar que va a contemplar un “happy ending” de los que tanto gusta el público americano, la película te sorprende con un final desconcertante que te deja sin aliento, también con muchas preguntas.
Una cinta que se te hace corta y te deja con ganas de más, o al menos de verla de nuevo.