¡URGE CLARIFICARNOS!
‘’Los incompetentes no sólo llegan a conclusiones erróneas y toman decisiones desafortunadas sino que su incompetencia les impide darse cuenta de ello’’. Efecto Dunning-Krugger.
El presente obscuro y borrascoso del país nos debe convocar al rescate de la dignidad, la decencia y la vergüenza perdida. Son demasiados los hechos que nos abruman de pena, dolor y rabia ante la desfachatez y la impudicia con que se cometen. Desde el gobierno se ha hecho cotidiano el deshonor y se pavonea la impunidad. Se observa a la distancia, aunque sea temporal, los síntomas de esa descomposición; un país lleno de contradicciones entre un sector de la población que va rumiando su desgracia y una aparente desesperanza; un pueblo que aparece abandonado a su suerte, en una situación de sálvese quien pueda, y otro sector minoritario, opulento, donde el boato sin recato es la mayor demostración de una riqueza mal habida y súbita que se disfruta con avidez y gozo.
Son los nuevos ricos de alpargata y liquiliqui para la prensa criolla, y yates, aviones y mansiones de lujo, dignos del jet set internacional, que aparecen en los medios faranduleros de otras latitudes. Una doble moral para conducir el país. Un tartufismo político que incomoda por la degradación con que se actúa y que nos hace sentir en carne propia la humillación de sus desvaríos.
Para el venezolano común, viajar por razones de salud, familiar, éxodo obligado por persecución política o ante un futuro incierto por el desbarajuste económico de la nación, se ha tornado en un acto de sacrificio heroico para tener que toparse con la vergüenza de la mirada escrutadora de funcionarios de inmigración o la actitud piadosa de quienes conocen nuestra dramática realidad.
En Venezuela se libra una lucha entre los que consideran que la política es el arte de conseguir que los intereses egoístas parezcan intereses nacionales y los ciudadanos honrados y decentes que verdaderamente queremos una libertad plena, sin condiciones. Una libertad donde la justicia sea ciertamente justa y devolver a la democracia sus valores fundamentales: el respeto y la tolerancia. Una democracia donde, como afirma Javier Bierdau, “la autonomía de la forma y de la norma jurídica debe garantizar que el derecho no se reduce a la arbitrariedad perennizada de la fuerza de la razón de Estado.”
Neuro J. Villalobos Rincón @nevillarinNevillarin@gmail.com
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