Título original:The Tomato Thief
Idioma original:Inglés2017
Editorial: Cerbero (2018) Novela corta (Fantasía)
Traductora: Arrate hidalgo
Obra perteneciente a la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2019
Como recién cortado de la mata
No hace tanto, no era tan fácil leer un premio Hugo, o Locus, o Nebula, o British Fantasy Award en español. Haberlos los había, pero en los últimos tiempos en los que cada vez hay más editoriales especializadas en fantástico -gracias al cielo-, se apuesta con mayor insistencia por traer lo mejor de lo mejor. Para no quedarse atrás, las editoriales preexistentes a este boom también se están poniendo las pilas en este frente. Y es que incluso un sello como Cerbero, claramente enfocado en el producto nacional y en las nuevas voces, se anima a ofrecernos historias con reconocimiento internacional que antes pasaban desapercibidas como esta La ladrona de tomates, de Ursula Vernon. Estamos de enhorabuena.
La abuela Harken vive al borde del pueblo, en una casa de espaldas al desierto, cuidando de su jardín. En el pueblo todo el mundo tiene claro que tiene que estar haciendo algo con sus tomates para que estén tan ricos. Algo... fuera de lo normal. Lo cierto es que la abuela Harken está muy orgullosa de sus tomates. Por eso, el día en que comienzan a desaparecer misteriosamente, decide tomar cartas en el asunto. Alguien o algo le está robando sus preciosos tomates y no habrá magia, criatura abominable ni dios-tren capaz de detenerla en su misión. Menos mal que se ha puesto las botas buenas, porque el desierto es grande y alberga horrores.
Pese a ser una historia cortita -es casi, casi un relato-, La ladrona de tomates contiene suficiente jugo como para una crítica de estas características. No se limita a contar una historia y ya, sino que la autora se ha preocupado por crear un mundo rico y cargado de matices que rodea a la protagonista. Mientras lo leía me imaginaba un puesto de bisutería en un bazar en Marruecos, que no por pequeño tiene menos capacidad de dejarte pasmado descubriendo nuevos y maravillosos detalles sin parar. No es que la autora se haya roto la cabeza creando un universo tolkeniano, sino que ha sabido asentar una bases ricas y coloridas para dar sentido y profundidad a la aventura de la abuela Harken.
La abuela Harken, por cierto, protagonista absoluta de la novela corta, se merece un apartado para ella sola. Y es que leyendo La ladrona de tomates parece imposible que no haya más ejemplos en la literatura de obras vistas desde el punto de vista de una anciana, una de estas señoras que se te cuelan en la caja del supermercado. Esta abuela es divertida, descarada, lenguaraz, sabia, y lo mejor de todo, creíble. Es un acierto en todos los aspectos. Gracias a ella, siguiendo su estela, el estilo de toda la obra es así de fresco, natural, simpático y gamberro. Así es la abuela Harken. Por favor, más personajes principales como ella en los libros.
Se despertó por la mañana con rocío acumulándosele en la colcha. Tenía la espalda agarrotada y faltaban otros dos tomates.
Se levantó de la mecedora tan bruscamente que la volcó sobre su eje y se cagó en todo lo que se menea.
-¡Jesús, María y José! -dijo cuando se le acabaron las palabrotas y volvió a la religión-. ¡Esto ya no tiene gracia!
Explotando la magia del desierto
No estoy siendo justo con La ladrona de tomates si no hago un poco más de hincapié en este mundo mágico del desierto que ha creado Ursula Vernon para la ocasión. Se trata de un curioso worldbuilding formado por seres mitológicos propios de la mitología del desierto fronterizo entre Estados Unidos y México, mezclado con criaturas mágicas de cosecha propia. Los seres transitan entre este mundo y el otro, cuyas entradas aparecen y desaparecen entre las arenas. Dioses-ferrocarriles, demonios errantes, cambiaformas y un montón más de habitantes del entorno árido, conforman un universo donde lo real se confunde con lo fantástico. De hecho, no sabemos si el que presuponemos como "mundo real" es verdaderamente el nuestro. Ni en qué año se encuentra, que esa es otra. Una delicia que con unas pocas pinceladas ya impregna al lector con su sentido de la maravilla.
Había una escama en el suelo delante de ella. No una grande, sino una algo más pequeña que la palma de su mano. La recogió; estaba tibia y tenía un tacto como de cuero. Se la guardó en el bolsillo, porque a veces el desierto te da una respuesta y encontrar la pregunta es cosa tuya.
Siento ser así de cruel, pero aquí os dejo una obra que deberíais leer. No hay más vuelta de hoja. Además, incentiva el consumo de tomates de huerta, lo que ya de por sí es un plus al que no se le debe decir que no.
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Foto: Markus Spiske. Unsplash