El páramo es una inmensidad desolada, y el día que en el cielo hay nubes, la tierra parece el cielo, y el cielo la tierra, tan desamueblado e inhóspito es.Miguel Delibes (Viejas historias de Castilla la Vieja)
Al llegar a la localidad zamorana de Toro, tierra de vino negro de cepas viejas, giramos a mano izquierda y tomamos una carretera comarcal que conduce a Medina de Rioseco. A la altura de Tiedra (que cuenta con un Castillo del que sólo queda una torre) se forma la estribación de los montes de Torozo y el paisaje dibuja una imaginaria frontera que separa el valle del Pisuerga de los Campos de Castilla. Pocos kilómetros más adelante, y una vez hemos cruzado al otro lado de la AP6, se encuentra, enclavado en la localidad homónima, la iglesia mozárabe de San Cebrián de Mazote; uno de esos templos que se estudian en la asignatura de Historia del Arte que se imparte en los institutos. La peculiaridad del templo reside en su imponente tamaño. Se trata de una de las iglesias que los primeros repobladores construyeron en tierra reconquistada y destaca por su variedad de estilos e influencias. El interior, todo encalado, está formado por tres naves separadas por arcos de herradura. La central está cubierta por una techumbre de madera, sin embargo, las laterales presentan bóvedas gallonadas de aire cordobés. La pena es que las visitas han quedado restringidas a los horarios de culto, generalmente una vez al día en horario de tarde, y resulta difícil ver el interior, que es lo más valioso.