Día a día este país nos viene demostrando que ser la primera democracia del mundo no quiere decir sino que es la más vieja y, por tanto, la más anquilosada, la más obsoleta.
No quiero hablar del sistema electoral, donde el dinero es la fuente y el medio que lleva a los altares a los presidentes –plutocracia pura y dura—, por no hablar tampoco de que muchos de los Estados todavía mantienen la pena de muerte, algo único en países desarrollados. Hoy quiero hablarles de una noticia importante que se ha generado en Yankilandia.
La interesada Asociación por el Rifle, de gran influencia y manejada por el lobby armamentístico, denunció dos leyes que prohibían llevar armas en Chicago. Y el Tribunal supremo ha admitido la denuncia y ha dictaminado que los Estados y las ciudades no pueden limitar el uso de armas por ser un derecho que defiende la Segunda Enmienda de su Constitución.
Y es que se confunde el culo con las témporas, el derecho de defensa prevalece sobre el perjuicio que se origina. Porque en USA todos los años mueren 12000 personas por disparos de armas de fuego. En aras de una potencial defensa se permite que todos los días haya casi cuarenta asesinados, además de multitud de heridos. Pero eso poco parece importarles.
Una vez más, el derecho a la vida queda despreciado por la fuerte presión que interesadamente ejerce el lobby armamentístico. USA es sin duda la democracia del primer mundo más violenta. Un país donde 90 millones de personas poseen más de 200 millones de armas y cuyo tasa de posesión de armas por civiles es la más alta del mundo.
Es corriente y asiduo ver cómo ciudadanos indefensos mueren en actos criminales provocados por asesinos a los que sin ningún requisito previo se les ha vendido un arma y deciden hacerse famosos.
Y este país es el que nos ponen de ejemplo de democracia. Una democracia cuya Constitución contiene y promueve la defensa personal indiscriminada. Donde la ley, en aras a esa Constitución, se la puede tomar el ciudadano por su cuenta. Esa democracia está obsoleta, porque no es posible convenir hoy que una democracia, en aras de intereses comerciales y de ideologías fascistoides, permita que el derecho a la vida esté bajo mínimos y se den facilidades para que prevalezca el derecho a matar.
Salud y República