Uso correcto de títulos y subtítulos para caer bien a los responsables de una edición (i: creación y estructura)

Por Adalbertogarcia

Hace ya tiempo hablé sobre la preparación de originales. También, sobre la responsabilidad que cabía a los coordinadores editoriales a la hora de pedir a todos los involucrados en un proyecto respeto por unas normas que concedieran al resultado final coherencia y solidez. En ambos casos lo que aquí escribo es un añadido necesario, porque el uso de títulos y subtítulos otorga a la obra escrita estructura en doble sentido:

  • visual y gráfica de un lado, porque dividirá el texto en partes, epígrafes o parágrafos que permiten la pausa en la lectura y darán pie a la existencia de blancos de cortesía, portadillas, páginas en blanco u otros recursos de diseño editorial;
  • intelectual o argumentativa de otro, estableciendo entre ellos la extensión del desarrollo de una idea, un argumento o una parte del todo de la obra.

Dependiendo del tipo de obra de que se trate estas cesuras o interrupciones van a tener una u otra forma e importancia, y van a estar más o menos predefinidas.

BREVE INTRODUCCIÓN (SUBTÍTULO DE RANGO 1)

En el caso de la Literatura, las obras en prosa de considerable extensión (eso indefinible denominado genéricamente novela) se han dividido habitualmente en capítulos, pero estos capítulos pueden ir encabezados tanto por un título explicativo, más o menos extenso (como por ejemplo sucede en Vida del buscón Don Pablos, de Quevedo) como por otros más breves, apenas una palabra, o directamente nada -lo que podríamos llamar un título ciego -, aunque a pesar de su falta en el original el autor habrá marcado convenientemente que en ese punto comienza un capítulo, y deberá identificarlo de algún modo para el índice (así que esta ausencia no parece muy útil). Lo mismo podemos decir de los libros de poemas que no son recopilatorios. En el caso del teatro la estructura es más visible e importante, y si es habitual la división en actos y en escenas, lo realmente relevante es que las acotaciones para la puesta en escena y las entradas de cada personaje sean claras y evidentes, para que el texto sirva al propósito para que fue creado.

En las obras no literarias podemos diferenciar entre artículos, ensayos y obras mayores.

Los artículos nacieron como pequeñas obras que pretendían mostrar la opinión o la aportación científica de su autor. Fueron famosos los artículos periodísticos decimonónicos, construidos sobre una base argumental sencilla y sin subdivisiones, para leer de corrido. Estos artículos evolucionaron para diversificarse por materias, hasta convertirse en los actuales artículos científicos, artículos periodísticos o artículos de divulgación, y en esa evolución todos sin excepción ahondaron en la estructura interna, apoyándose casi siempre en títulos y subtítulos.

Algo parecido sucedió en el caso de los ensayos. Tanto en su forma pura como en su variante de "diálogo" pasaron de constituir un bloque único de texto a subdividirse y estructurarse para mejorar las posibilidades de entendimiento del lector a que se destinaban.

Ello es aún más evidente para lo que he denominado "obras mayores", creadas ya como tratados u obras complejas y donde por lo general intervenía más de un autor, y que desde su propio origen se sostenían en una sólida estructura que era el primer signo de su afán racional. Quizá los primeros volúmenes de la Enciclopedia comenzada en Francia tras la Revolución de 1789 sean el ejemplo más característico.

LA CREACIÓN DE TÍTULOS Y SUBTÍTULOS (TAMBIÉN, SUBTÍTULO DE RANGO 1)

Tras este breve exordio la conclusión es que casi todo autor se verá en la necesidad de interrumpir el hilo de su argumentación para crear títulos y subtítulos. Cuando sea absoluto responsable de la obra lo hará como le venga en gana, ya con treinta palabras, ya con una sola, un número, una letra, un filete (una línea), un luto (una línea de un grosor superior a los cinco puntos) o unos topos de separación (unos pequeños elementos gráficos que marquen la subdivisión, como unos asteriscos centrados, un glifo -un pequeño elemento de diseño ornamental- o una agrupación de ellos).

Es recomendable que en obras científicas y divulgativas los títulos y subtítulos sean explícitos, siquiera con un número, para permitir tanto su indización como su referenciación. Si importante es que un índice pueda mostrar el esquema interno de la obra, desde luego no lo es menos que otros autores puedan referir la parte del texto que han leído y quieren comentar o reproducir. Y aunque las citas tradicionales se realizan incluyendo la localización dentro de la edición tratada (la página, y dentro de ella genéricamente "por aquí y por allá" -passim-, en la parte final, para no hacer perder el tiempo - in fine-, en un párrafo completo o en una nota a pie en particular), desde la extensión de la edición electrónica esto es si cabe más importante, porque ni html ni xml poseen códigos de fin de línea y todos los archivos de libros electrónicos se basan precisamente en la flexibilidad del texto a la visualización requerida por cada lector, con lo que dar noticia del lugar donde aparece algo en una obra de este tipo es inútil, imposible o las dos cosas.

Deducimos de lo anterior que debe haber tantos títulos y subtítulos como sea preciso. No es necesaria una inflación titular, o sea, no cada idea expuesta necesita su propio título, pero es un criterio correcto titular desde arriba (la obra entera) y hacia abajo hasta la agrupación de párrafos que exponen una idea. Es lógico pensar que los párrafos subdivididos también responden a una compartimentación argumental, pero crear un subtítulo para cada uno sería en este caso ir en contra de lo que hemos dicho al principio: no hay una estructura donde aparece todo, sino acaso un esquema. [Valga esta ocasión para recordar que en la estructura de la obra colabora decisivamente la división en párrafos, y que no es admisible nunca que ninguna obra, sea del tipo que sea, esté compuesta por párrafos de más de una página, o de 2.500 caracteres, porque ello va en contra del principio de favorecer la lectura]. Tampoco ayuda a la lectura la sequía al titular, porque es fácil que el lector pierda la idea conductora a lo largo de un epígrafe demasiado largo. Como decían los griegos, la virtud está en el medio, y hay que buscar cierto equilibrio.

EL PROCESO DE PLANIFICACIÓN (SUBTÍTULO DE RANGO 2)

Cuando estamos ante una obra múltiple lo normal es que provenga de un proyecto conjunto, y no de una simple recopilación. Esto es relevante porque en una recopilación no hubo una coordinación previa, y no se puede achacar a la edición un defecto de descompensación, incoherencia o incongruencia (ya sabrá el compilador por qué aparece lo que aparece, imagino); en la obra coordinada, en cambio, hay la responsabilidad de ofrecer todo eso que antes no: compensación, coherencia y congruencia. Fuera de lo que conceptual e intelectivamente suponga, en lo que a la forma se refiere ello se debe plasmar en la forma de titular cada parte de la obra conjunta, y para ello el coordinador debe transmitir unas normas y cada autor respetarlas.

Ni que decir tiene que la apariencia de esta estructura es el primer signo de coherencia. Con apariencia nos referimos a la gradación marcada por títulos y subtítulos, que, claro está, debe ser igual durante toda la obra. No confundir con "composición gráfica", a que me referiré en el post siguiente, pues no hablamos de cómo se muestra el texto, sino de la opción elegida para mostrar la gradación. Ya sea

I. → I.I. → I.I.I.

1.→ 1.1. → 1.1.1.

I.→ 1. → A) → a)

La elección debe ser meditada, e ir en consonancia con el diseño del libro y con la complejidad del tema y las posibilidades de subdivisión.

El diseño del libro será relevante por ejemplo si el título de primer rango ocupa una portadilla y está previsto que el número ocupe, como una sombra, la página entera. Si elegimos los números arábigos solo estaremos en aprietos a partir del capítulo 99, porque con tres cifras habrá que estrechar bastante para que quepan. Si, por el contrario, hemos elegido la numeración romana, los problemas aparecen muy evidentemente en el número XVIII. Definir la estructura salvará el diseño.

La complejidad provocará mayor subdivisión, y como resultado mayor necesidad de rangos. Pensemos en la opción por una estructura rígida, por ejemplo la de los números romanos, si tenemos títulos mayores de una línea parangonados a la sangría como el siguiente:

VI.III.IV.VIII.III. Las artes menores en el periodo califal y la influencia del trabajo de los artesanos del norte de África en la corte granadina

Solo la sucesión de romanos en cinco niveles diferentes ya resulta poco atractiva visualmente, tanto por la dificultad de seguir la propia numeración, que nos va a obligar a detenernos a contar, como por la sangría excesiva que se produce si queremos respetar que las líneas segunda y sucesivas prosigan la sangría izquierda de la primera. A poco que se vea, con títulos no muy amplios se obligaría a reservas de espacio difíciles de digerir en tamaños de página convencionales, poniendo en aprietos con facilidad al más avezado maquetador.

Pero por otra parte debemos tener previstos todos los rangos posibles, y si usamos el cuarto de los sistemas expuestos y un epígrafe tiene un quinto rango estamos en un aprieto.

LO COMPLICADO ES COORDINARSE (OTRO SUBTÍTULO DE RANGO 2)

Para que el proceso de determinación de la estructura de la obra fluya con facilidad la planificación misma ha debido ser atenta y concienzuda. Cada parte asignada, equivalente. La estructura, equilibrada. Si una parte se ve demasiado amplia, mejor escindirla. Si los epígrafes de una parecen demasiado abigarrados de ideas y argumentos y los de otra simples la estructura quiebra, quizá desde su misma base, y hay que repensarla hasta poder mostrar al lector los argumentos más aislados, concatenándolos adecuadamente para su mejor comprensión. Quizá, ir del índice al contenido en lugar de al contrario sea en muchas ocasiones lo más acertado, porque el coordinador sabe de sobra (y cada autor también) cuál será el peso de cada parte en el total y podrá prever la descompensación y prevenirla.

Cuanto más compleja sea la estructura de la obra abordada más feedback debe haber entre coordinador y autores: siempre habrá instrucciones del primero a los segundos, y siempre los segundos contestarán con la propuesta de estructura interna de su colaboración; a veces será necesario realizar modificaciones a la primera propuesta, o solicitar una nueva más ajustada al plan de la obra; unas pocas, los autores enmendarán la nueva propuesta, y puede que alguna el coordinador ajuste la enmienda con nuevas recomendaciones. Sea como sea de difícil el proceso, la creación propiamente dicha debe comenzar cuando aquel termine. Intentar arreglar las cosas sobre la marcha no suele funcionar, y lo que sí puedo asegurar es que un subtítulo es muchas cosas, pero no un cuchillo que permita con corte limpio dividir partes distintas de una obra. El subtítulo identifica una parte, no la crea.

Hasta aquí hemos expuesto la función y estructura de títulos y subtítulos. Dejamos para el post siguiente su sintaxis y composición gráfica, diferenciando como otras veces he hecho entre lo que hacemos para el lector, cuando no va a haber intermediación, y lo que debemos hacer cuando remitimos nuestro escrito a un editor. Y si atendiendo a lo que hemos contado hasta ahora sin duda nos habremos ganado el respeto de nuestro editor, con lo que se dice en el próximo post tendremos su reconocimiento y, por qué no, quizá hasta su cariño. La semana que viene. Paciencia.