ASALIA VENEGAS S.
Eduardo Galeano, en su magistral obra Las Venas Abiertas de América Latina, retrata crudamente la usurpación de que fue objeto este continente. La planta insolente del extranjero, como diría Eduardo Blanco, se posó sobre estas tierras y durante trescientos años cometió las perversiones más indignas en contra de nuestros pueblos originarios. Mentes enfebrecidas, con la espada y la cruz como estandartes, violaron y transgredieron toda razón. La épica de la independencia condujo a los libertadores a impulsar la guerra larga para expulsar de estas tierras a los usurpadores, violadores, esclavistas y usureros: ladrones. El ideario de la República, en la conquista de nuestra primera independencia, dio al traste con el yugo colonial. Agazapados, la oligarquía y los latifundistas esperaban para dar su zarpazo. Por eso, personajes como Ezequiel Zamora, el general de hombres y tierras libres, fueron vilmente asesinados. Las oleadas del capitalismo en el siglo XIX traerán nuevos usurpadores, vendrán bajo la máscara del positivismo y del modernismo europeizante. Los Blohm, los Boulton, Los Zingg, los Machado, se abren paso en Venezuela. Usurpan al campesinado. Copan todos los espacios y se hacen dueños de las ciudades y de las riquezas del país. Son los que deciden, es el poder económico. Al alborear el siglo XX y bajo un largo gobierno dictatorial, la burguesía va controlando los medios de producción. Usurpa al Estado y es el desiderátum de los destinos del país. Nacen los partidos del estatus y en cinco décadas se fortalece la máxima tríada de la usurpación: el poder económico, el político, el eclesial, dirigidos desde Estados Unidos, son la mampara de la oligarquía y la burguesía para invisibilizar al pueblo, para ignorarlo. ¿Que en este momento se hable de usurpación? ¡Qué atrevidos! El presidente Chávez y la revolución bolivariana han liberado a nuestro pueblo de los usurpadores, que tienen mil rostros. Los que mutan en el tiempo: ayer con Carmona; hoy, desfachatados, se sientan en la Asamblea Nacional. Un pueblo con voz y conciencia, sin vendas en los ojos, reclama sus derechos y expresa sus decisiones. La oligarquía desprecia al pueblo. No digiere que el pueblo la rete. ¡Vamos a ver quiénes son los usurpadores!Periodista/Prof. universitaria