Utopía 3: 'Obdulio Varela'

Publicado el 11 mayo 2011 por Matilido

Ser uruguayo y de Peñarol, cada tanto te hacen replantear muchas cosas, una de ellas es el post de hoy que no iba  a existir. Y asi como dejé pasar el triunfo del otro dia, el Portoalegraso,hoy no puedo dejar de pasar el de esta noche frente a la Universidad Católica de Chile por 2-0, que no fue lindo pero no debe serlo: asi ganamos nosotros. Peñarol ganó dos Copas Libertadores de América en el último segundo del último minuto del alargue, con un gol convertido en el mismo arco. Nuestras historias de fútbol son leyendas que nos permiten soñar hazañas que se mezclan con utopías. Utopías más felices de las que venia hablando.
Así como la semana pasada nadie en Brasil daba nada por Peñarol, que encima sufrió un gol en el primer minuto de juego y que iba a ser "fácilmente derrotado por el Inter de Porto Alegre" pero que terminamos ganando dos a uno en cinco minutos, hoy en dos jugadas increibles, mística de por medio, ganamos dos a cero. Estamos cerca de la semifinal ya, no hay que adelantarse. Pero volviendo al tema, no puedo dejar de relatar la hazaña del 50', la hazaña de Maracaná y de su capitán el Negro Jefe, Obdulio Varela. Aguerrido número cinco que significa más en nuestra historia que el penal de Gyan y la picada del loco Abreu. Para quien no sepa, Brasil era el anfitrión de la Copa Del Mundo, y habia llegado a la final contra nuestro modesto seleccionado Uruguayo. Cuando los dirigentes se conformaban con un 4-0 en contra se erigió como un baluarte y fue el punto de apoyo de la victoria frente a  203.850 brasileros que esperaban un festejo seguro y fácil.

“No piensen en toda esa gente, no miren para arriba, el partido se juega abajo y si ganamos no va a pasar nada, nunca pasó nada. Los de afuera son de palo y en el campo seremos once para once. El partido se gana con los huevos en la punta de los botines. (Tras el gol de Brasil) me di cuenta que si no enfriábamos el partido, esa máquina de jugar al fútbol nos iba a demoler. Lo que hice fue demorar la reanudación del partido, nada más. Esos tigres nos comían si les servíamos el bocado muy rápido. Entonces a paso lento crucé la cancha para hablar con el juez de línea, reclamándole un supuesto fuera de juego que no había existido, luego se me acercó el árbitro y me amenazó con expulsarme, pero hice que no lo entendía, aprovechando que él no hablaba castellano y que yo no sabía inglés. Pero mientras hablaba varios jugadores contrarios me insultaban, muy nerviosos, mientras las tribunas bramaban. Esa actitud de los adversarios me hizo abrir los ojos, tenían miedo de nosotros. Entonces, siempre con la pelota entre mi brazo y mi cuerpo, me fui hacia el centro del campo. Luego vi a los rivales que estaban pálidos e inseguros y les dije a mis compañeros que éstos no nos podían ganar nunca, nuestros nervios se los habíamos pasado a ellos. El resto fue lo más fácil (...) ahora sí, vamos a ganar el partido”Los mismos dirigentes que los daban por derrotados se colgaron sus medallas.  Con su modesto premio se compró un Ford que le fue robado a la semana. Murió en la pobreza en 1996. Mi moraleja es, cuando no sepas si tu sueño es factible o una utopía lucha por él, es la única manera de averiguarlo. Y nunca des por ganado un partido, pero esa moraleja se cae de madura.