Nora descubre que su pareja Channing le es infiel por las revistas de moda en la que aparece con sus vestidos de marca por lo que decide actuar por sus propios medios. Dante es un empresario a simple vista pero que oculta un negocio corrupto de grandes proporciones el cual ve como se le escapa de las manos cuando uno de sus hermanos decide incorporarse en al mismo empleo. Ambos (Nora y Dante) empezaran a relacionarse lo que provocará imprevisibles consecuencias a su alrededor.
Grafton nos atrapa en esta novela con un humor acido y mordaz, con unos diálogos realistas y unos personajes enternecedores y comprensivos como las victimas e incluso los propios sospechosos. La novela tiene un trama que nos enganchará desde el primer capitulo hasta el final, con descripciones precisas de lugares de ensueño o de horribles sucesos. A lo largo de la novela conoceremos tan bien a su protagonista que no será necesario haber leído ninguno de los títulos anteriores de la saga para llegar a conocerla. Sue Grafton ha logrado que no queramos dejar de leer para saber más de su valiente detective que a sus treinta ochos años de edad y a pesar de sus heridas siga conquistándonos con sus originales opiniones, a la vez sencillos pero directos sobre los sucesos que la rodean a ella o sus inseparables amigos. Una novela que demuestra que en las novelas policiacas también se puede llegar más allá de los tópicos en su género sin perder la calidad de su narración e historia.
Recomendado para los fans de Kinsey y Grafton y su especial estilo para la novela policiaca, en esta parte de la saga descubrirán que el mal desde una perspectiva diferente, también para aquellos a los que les guste el genero policiaco y por último para aquellos que quieran descubrir a una detective realista, con problemas y miedos comunes tan real como la vida misma.
Extractos:
Llegué a mi despacho a las nueve de la mañana siguiente, abrí la puerta con llave y recogí el montón de cartas que el cartero había introducido por la ranura el día anterior. Las tiré sobre mi escritorio y me dirigí por el pasillo hasta la cocina americana, donde puse una cafetera. Esperé a que el aparato acabara de borbotear y me serví una taza. Tras olisquear la leche descubrí complacida que aún estaba fresca, así que me puse una gota en el café. «La vida es bella», pensé. Entonces volví a mi despacho y me encontré a Marvin Striker mirando por la ventana, de espaldas a mí. Sólo me derramé encima un poquito de café mientras se apoderaba de mí una mezcla de alarma, desazón y culpabilidad. Me pregunté si Striker iba a echarme la bronca por haberme colado en el velatorio de Audrey. —¡Ah, señor Sriker! —exclamé—. No lo he oído entrar. Marvin se volvió para observarme con esos ojos marrones que en tiempos más felices podrían haber exhibido un destello de picardía. Esbozó una leve sonrisa, lo que indicaba que no se iba a poner demasiado borde conmigo.
El incidente que presagió mi mala fortuna me pareció insignificante en un primer momento. Me encontraba en la sección de lencería de los almacenes Nordstrom, rebuscando entre las bragas que estaban en oferta: tres pares por diez pavos, un filón para una mujer tan rácana como yo. ¿Puede haber algo más trivial? No me gusta ir de compras, pero aquella mañana había visto un anuncio de media página en el periódico y decidí aprovecharme de los precios de saldo. Era el viernes 22 de abril, fecha que recuerdo porque el día anterior había cerrado un caso y me había pasado la mañana escribiendo a máquina mi último informe. Para los que acabéis de conocerme, me llamo Kinsey Millhone. Soy investigadora privada con licencia en Santa Teresa, California, y mi empresa se llama Investigaciones Millhone. Me encargo principalmente de trabajos alimenticios, como comprobaciones de antecedentes, búsqueda de personas, fraudes a aseguradoras, entrega de notificaciones legales y localización de testigos, a lo que podríamos añadir algún que otro divorcio lleno de acritud para que no decaiga la fiesta. No es casual que sea mujer, por estaba comprando ropa interior femenina. Dada mi ocupación, los delitos no me son ajenos y rara veces me sorprende el lado oscuro de la naturaleza humana, incluyendo la mía. Pero los restantes datos personales pueden esperar a que acabe de desgranar mis desgracias. En cualquier caso, tengo que proporcionar algo más de contexto antes de llegar al puñetazo que me dejó para el arrastre. Aquel día salí temprano de mi despacho e hice mi ingreso bancario habitual de cada viernes, guardándome una parte en efectivo para cubrir gastos durante las dos semanas siguientes. A continuación conduje desde el banco hasta el aparcamiento situado bajo el centro comercial Passages, donde suelo frecuentar varias tiendas de cadenas baratas. Las prendas idénticas que atiborran los percheros revelan su fabricación en serie en algún país donde no se aplican las leyes de protección laboral de menores. Nordstrom, con sus interiores sofisticados y elegantes, era un palacio en comparación. Relucientes baldosas de mármol cubrían el suelo, y el ambiente estaba con fragancias de diseño. El directorio de plantas indicaba que la sección de lencería se encontraba en la 3, así que me dirigí a las escaleras mecánicas.
Editorial: Tusquets Autor: Sue Grafton
Páginas: 512
Precio:20 euros