Vacaciones en Bangkok

Por Tiburciosamsa

Los soldados no servirían para desalojar a los manifestantes de las calles de Bangkok, pero eran geniales para hacerse fotos con ellos. Adviértase la peligrosa arma ofensiva que lleva en la mano izquierda: un rayón de ese rotulador te puede arruinar una camisa roja.


Por esta foto me vengo a enterar que además de los camisas rojos y los camisas amarillos también estaban los del pañuelo verde.


Como los niños tenían unos días de vacaciones, mi mujer decidió que se los llevaría a Bangkok. “¿Has visto las noticias?”, le pregunté. “Sí, ¡qué guarro ese Tiger Woods! Andar poniéndole los cuernos así a su mujer, sin decirle nada”. Estuve por decirle que una de las características del adulterio es la discreción, pero eso nos hubiera desviado del tema. “No, me refiero a lo que está sucediendo en Bangkok. Andan a tortas entre los camisas rojas y los amarillos.” “Bueno, ya sabes cómo son los thailandeses con eso de la política. Mucho ruido y pocas nueces”. “Díselo al coronel que había sido guardia de la Reina y al que mataron con una granada propulsada.” Siempre me sorprende de mi mujer que no sepa quiénes son los talibanes y siga pensando que Mahathir todavía es el Primer Ministro de Malasia; sin embargo, sabe que este mes habrá una oferta de sushi muy interesante en unos grandes almacenes de Osaka y que el paracetamol cuesta un 10% menos en Makati que en Singapur. Ella diría que es ella la que está bien informada, porque sus informaciones sirven para algo y no como las mías que sólo sirven para escribir entradas en un blog.

Así pues, se llevó a los niños y en los días siguientes cada llamada que les hacía me ponía los pelos un poco más de punta. En la primera llamada, mi hijo me dijo todo contento: “¡Papá, he visto a los camisas rojos!”. A la noche siguiente me dijo: “¡Papá, he visto a los camisas rojos y a los soldados preparándose para pelearse.” Al fondo, su hermana también quería meter baza: “Cuéntale lo de la barrera de espino. Cuéntale lo de la barrera de espino.” “¿Qué es eso de la barrera de espino?”, le pregunté a mi mujer. “Nada, una tontería. Que el taxi que nos llevaba por Rama IV, no pudo seguir avanzando, tuvimos que bajarnos y para poder pasar los soldados tuvieron que retirar un momento una de las barreras de espino que habían colocado.” Fue uno de esos momentos en los que uno siente que vivirá mejor cuantos menos detalles tenga. No pregunté más.

A la tercera llamada, mi hijo me anunció: “Papá, ¿sabías que hay unas botellas que se llaman cócteles Molotov, que cuando estallan salen llamas? ¿Podemos comprar una?” “Pásame con tu madre”. Esta frase se había empezado a convertir en un clásico. “¿Qué me está diciendo el niño sobre cócteles Molotov? ¿Dónde ha aprendido eso?” Me dieron envidia en esos momentos esos padres que se preocupan porque sus hijos están mostrando un interés precoz por los temas del sexo. “No, que me oyeron una conversación con mi amiga María y desde entonces no paran de decirme que les lleve a algún sitio donde se puedan ver cócteles Molotov y que les compre uno.”

Ayer regresaron. Estaban muy contentos. Apenas llegaron a casa, mi hija me anunció muy contenta: “Papá, mamá ha dicho que las próximas vacaciones nos llevará a Mindanao.”