De todos es sabido que planificar unas vacaciones con niños, sean de la duración que sean, es arriesgado. Cientos de cosas pueden pasar, los astros se alinean y te montan el pifostio padre en un abrir y cerrar de ojos. Virus, exantemas, mocos, cuadros febriles, gastroenteritis, febrícula, y un sinfín de cosas más pueden acechar a nuestras dulces criaturas. Si a eso añades algún problemilla de salud crónico, organizar unos días de descanso puede resultar deporte de riesgo.
Salvo por una pequeña gastroenteritis que Rayo y yo compartimos al finalizar el curso, el niño no estaba mal. Alguna jaqueca había aparecido de último momento que nos hizo temer que algo no fuera bien. Pero como la filosofía a seguir es "esperar y ver evolución" decidimos seguir adelante con nuestros planes y pasar esta semana en casa de los abuelos. El cambio de aires, la playa, los mimos de los abuelos, pensamos que le vendría bien.
Pero estamos a jueves y "algo" todavía no sabemos muy bien el qué ha conseguido que desee no haber venido. Empezamos ayer con un ojillo malo, legaña en aumento y ligera conjuntivitis. Nada que un colirio no pueda solucionar. Pero al despertar hoy estaba calentito, ¡fiebre al canto! O mejor dicho, hablemos con propiedad, febrícula. Pero la cosa no pintaba bien, estaba claro que subiria, y así ha sido. La fiebre no me preocupaba, lo que sí me dejó intranquila fue la incipiente jaqueca, dolor de frente y cabeza, como él dice. Dolor fuerte, tanto que le hizo tumbarse. Y si Rayo se tumba,...., malo.
Así que de esta guisa estamos en estos momentos. Mi primer impulso es coger el coche y salir zumbando a Madrid, pero cualquier médico, sea de lo que sea, me dirá que tengo que esperar. Aunque la realidad es que estar aquí me hace sentirme insegura.
Ahora mi niño duerme, una nueva subida de fiebre le ha dejado K.O. Veremos a ver cómo despierta. Qué difícil es programar vacaciones con ellos......