A finales de junio tuve la suerte de pasar tres días junto a mi familia en la preciosa Sierra de Gata gracias a una invitación que recibí a través del blog. Yo había estado anteriormente hacía años pero más bien de pasada y no tuve tiempo de explorar los encantos de estas tierras. La Sierra de Gata se encuentra en el noroeste de Cáceres, muy cerca de Portugal, y su paisaje es un conjunto de valles y sierras cubiertos de una espesa vegetación. La abundancia de precipitaciones ha permitido el desarrollo de extensas masas boscosas de roble melojo con presencia de otras especies como roble carvallo, castaño y alméz. Además las elevadas precipitaciones permiten que los ríos sigan llenos de agua durante el verano y por ello proliferan las piscinas naturales en la región. Con condiciones tan favorables, no es de extrañar que exista una gran diversidad de fauna en esta zona.
No podemos olvidar tampoco el patrimonio cultural que aquí se encuentra. Pueblos de piedra que han conseguido mantener su arquitectura tradicional a lo largo de los siglos hacen las delicias de los visitantes. Existe hasta una lengua propia, la Fala, que tiene similitud con el gallego y que aún se habla en muchos de los pueblos. Y no podemos olvidar la gastronomía de esta región, que es de lo más diversa y variada, con platos tan exquisitos como la cachuela extremeña y la chanfaina. Esto es sólo una introducción pero a continuación os contaré en detalle qué lugares tuve la oportunidad de visitar en aquellos tres días en la Sierra de Gata.
Llegamos al pequeño pueblo de Trevejo un domingo por la noche después de un largo viaje desde Madrid. Más de una vez tuvimos que pararnos a mirar el mapa y a preguntar pero al final lo logramos. Nos sorprendió lo pequeñito que era el pueblo, más bien era como una aldea. Las casas eran de piedra y muy antiguas. Algunos de sus vecinos estaban sentados tomando el fresco de la noche, sin hacer nada. Eran gente mayor y pareciera que apenas hubieran salido de su pueblo. Lo que más me sorprendía era la tranquilidad con la que estaban allí, sin buscar ningún entretenimiento, sólo estando presentes. No podía imaginar que aquella gente tuviera estrés alguna vez, ¡qué vida tan distinta a la de la ciudad! Nosotros nos convertimos en el entretenimiento de la noche aunque me imagino que ya estarían acostumbrados a ver gente de fuera con la casa rural donde nos íbamos a alojar. Se trata de los apartamentos rurales A Fala, y fueron ellos los que me habían enviado la invitación. Así es como fuimos a parar a esta recóndita aldea medieval por la que parecía que no hubiera pasado el tiempo.
Al día siguiente por fin pudimos ver el pueblo a la luz del día. La torre del castillo en ruinas que anoche se difuminaba en el oscuro cielo, era ahora muy visible, alzándose con gran distintivo. Este castillo formaba parte de una antigua fortaleza musulmana y se había convertido en el símbolo del pueblo. Muy cerca hay una antigua iglesia de piedra.
Trevejo está declarado de Interés Turístico por su castillo pero también por contar con una arquitectura típica bien conservada y por su ubicación estratégica con vistas de las sierras de Garduño, Albilla, San Pedro y Cachaza.
Nuestro apartamento estaba en la planta baja de un antiguo edificio de piedra que fue
Para la mañana del lunes nos ofrecieron hacer un tour en 4×4 con la empresa local Misierradegata.com. Habíamos quedado con Miguel, el guía, en el pueblo de Descargamaría, que quedaba a unos 47 km de Trevejo. Ahora íbamos a tener la oportunidad de conocer la parte más oriental de la Sierra de Gata, la cual está más cerca de las Hurdes. En esa zona abunda la pizarra por lo que los pueblos usan este material para la construcción de las casas. En cambio en la zona de Trevejo se usa más el granito. La Comarca de Sierra de Gata tiene un total de 20 pueblos, siendo cinco de ellos bastante turísticos.
Ese día hacía un calor tremendo, ese calor seco del verano de España al que ya no estoy acostumbrada. Miguel nos contó que esta era una de las zonas más lluviosas de España pero que este año apenas había llovido por lo que los ríos no llevaban tanta agua como suelen llevar. Una pena no haberlo podido ver más verde y con más abundancia de agua; aun así los paisajes me parecieron bastante bonitos. Primero estuvimos recorriendo bosques donde abundaba el roble melojo (Quercus pyrenaica) con la presencia esporádica de algunos otros como alcornoques y quejigos. Había extensas plantaciones de pinos foráneos como pino rodeno (Pinus pinaster) y pino silvestre (Pinus sylvestris), las cuáles se desarrollaban muy bien en la zona. Los brezos y jaras eran también parte importante del paisaje. Por último visitamos una antigua mina de oro, vestigio de una actividad económica ya olvidada en la región.
A continuación tomamos la carretera al mirador de buitres y de camino pudimos deleitarnos con vistas tan impresionantes como estas.
En el mirador vimos muchos buitres leonados con gran facilidad, sobrevolando cerca de nosotros, y también pudimos ver algunos en sus nidos en las paredes rocosas de los cortados que allí había.
Pero además tuvimos una agradable sorpresa al ver al alimoche que también se deja ver por allí pero con menos frecuencia que los buitres. Al que no tuvimos la fortuna de ver fue el buitre negro que también está presente en la zona pero en bajo número.
Miguel nos habló de la gran riqueza ornitológica de la zona. Por ejemplo la mayoría de las grullas eligen pasar el invierno en Extremadura, especialmente en el cercano Embalse Borbollón. Este lugar se ha convertido en uno de los lugares más privilegiados de España para el avistamiento de estas aves.
Desde el mirador se podía ver una cascada y a ella nos acercamos caminando después para ver las vistas. Eso sí, nos acercamos al borde con cuidado, que a esas alturas nunca se sabe. Yo fui un poco más osada que mi madre, todo sea por hacer una buena foto.
Al terminar la ruta, pedí a Miguel que nos llevara al cercano pueblo de Robledillo, uno de los más famosos y turísticos de la comarca por su preciosa arquitectura. Las casas de pizarra con sus balconadas y tramados de madera eran una maravilla, un auténtico museo al aire libre.
Después fuimos a San Martín de Trevejo, a casi una hora por carretera. Allí comimos y después visitamos este pueblo que tampoco tiene desperdicio. Es más grande que Trevejo aunque no tan auténtico. De todos modos, merece la pena recorrer sus calles para descubrir varias maravillas arquitectónicas.
Más tarde fuimos a refrescarnos a las famosas piscinas naturales de Acebo, unas de las mejores de toda la amplia oferta presente en la comarca. Aquí os dejo algunas fotos para que veáis.
Al día siguiente caminamos un poco por el pueblo de Trevejo antes de marcharnos. Nos lo tomamos con tranquilidad, pasando por pueblos como Moraleja y Coria, y más adelante por la preciosa ciudad de Oropesa, ya muy cerca del pueblo de mis padres donde íbamos a pasar esa noche.
Fue una visita corta pero ya estoy planificando un viaje más largo en grupo para realizar con mi empresa, posiblemente una semana. Esperamos poder hacer más senderismo, subir a algunos de los picos, pasar la frontera de Portugal para conocer algunos pueblos tradicionales lusos, recorrer las Hurdes, conocer restos prehistóricos y hasta probar algunas actividades tradicionales como el pastoreo y la elaboración de quesos. Si queréis más información, no dudéis en preguntarme. Y si queréis ir por vuestra cuenta, podéis contactar directamente con Misierradegata.com que son muy profesionales y os atenderán encantados. En cuanto al alojamiento, la oferta en la zona es muy extensa pero quedarse en Apartamentos A Fala en el encantador pueblo de Trevejo no tiene comparación.