Vacaciones Santillana

Por Jarvisey

Las vacaciones…

Esa época que parece ser la salvadora de nuestras aceleradas y atropelladas vidas, se me revelan cada año como un proceso conflictivo y agobiante que comienza un par de meses antes.

Todo empieza inocentemente. Los anuncios de paquetes vacacionales empiezan a calar en nuestras mentes a través de nuestras vírgenes retinas de imagenes tropicales, y sientes ese extraño impulso de ir a cualquier lugar que parezca ser nuevo y apasionante. Curioso que ese lugar puede resultarle profundamente insulso a sus propios habitantes y que ese sentimiento se repita al contrario con la gente que encuentra fenomenal tu ciudad como destino vacacional.

Entonces llega el momento crucial: cariño, ¿dónde vamos este año?... la duda se cierne sobre tí. Reconozco que echo de menos aquella época cuando irme un mes de vacaciones a los apartamentos Ximo de Gandía resultaba todo una aventura familiar. Esa época feliz en la que los albergues de estudiantes te parecían super divertidos y la idea de compartir un baño con desconocidos no resultaba peligrosa para la salud pública.

Las posibilidades son muchas y heterogéneas… Vender un riñón a un traficante de órganos ruso y embarcarte en un viaje maravilloso e inolvidable, sobre todo para tu bolsillo, a tierras lejanas y exóticas. Quedarte en algun lugar peninsular al que llegar en coche sin que tu cartera acabe huérfana de padre y madre. Ir a alguna ciudad o ciudades europeas a hacer la ruta japonesa, organizada por un paraguas volador o por tí mismo. Son tantas las opciones….

A mi siempre me suele dar el ataque nostálgico del fantasma del viaje de año pasado. De repente, el viaje más maravilloso que he hecho y haré en mi vida es el del verano inmediatamente anterior al actual. Y pienso en todo lo perfecto y divertido que fue. Lo irrepetible, lo mágico, lo inigualable. Por supuesto nunca recuerdo las broncas en el coche o moto por habernos perdido, ni las confusiones de horarios de ferrys, ni las estafas en restaurantes, ni en lo mal que estaba la habitación de aquel hotel que nos cobraron a precio de oro. En ese momento todo aquello desaparece y ese lugar tiene música de fondo tipo videoclip y t la imagen en slow motion.

Así que este año, no recordaré cuando casi me desmayo a 40 grados y sin agua a la vista, ni los 10 euros que pague por ir 20 metros en taxi, ni el bicho gigante que encontramos en el baño, negro y de 5cms, ni la cara que se me quedó cuando fui a pagar un batido de chocolate y me dijeron: 10 €!... Este año Grecia es inigualable…veremos el que viene…Por el momento, queda lo mejor…. ¡¡¡¡Planearlo!!!! Y para eso creo que aún me quedan fuerzas.