Guardiola no es perfecto. La prensa de la capital ha encontrado por fin su talón de Aquiles. Hasta ahora no se ha podido criticar a su equipo, porque juega como los ángeles y además, lo gana todo. Su educación y cultura ante los periodistas y rivales quedan fuera de toda duda, y además, el tío viste como un dandi. Pero, como catalán maloso que es, por fin ha levantado su máscara mostrando al mundo (y especialmente a España), su verdadero rostro maligno.
En la rueda de prensa del pasado Miércoles en Kiev, el entrenador blaugrana tuvo la osadía, ante la pregunta de los periodistas ucranianos acerca del uso del catalán en comparecencias de prensa donde solo le puedan entender los periodistas catalanes (relacionando el tema con la revolución Naranja y el conflicto de lenguas entre el ucraniano y el ruso), de afirmar que "es nuestra lengua. Somos un país con una lengua propia. Y cuando salimos, los que la usamos, la hablamos". Vade Retro Satanás. Se abrió la caja de pandora.
Guardiola es el hijo de diablo, porque habla catalán no solo en la intimidad (como el presidente Áznar) si no, lo que es de verdad un peligro para España, ¡en público! Por supuesto, nadie ha señalado que Guardiola no tiene ningún inconveniente en alargar el tiempo que haga falta las ruedas de prensa y contestar así en catalán o en castellano a las preguntas de los periodistas. Tampoco se señala que nunca ha contestado en catalán ante una pregunta en castellano. Claro que no, aquí lo importante es buscar cosas criticables. Y si además están relacionadas con el espinoso tema del nacionalismo, mejor que mejor.
Si se analizan fríamente sus palabras, no se puede apreciar en ellas ánimo de polémica ni un desdén hacia España y su lengua. Simplemente es una respuesta sincera que describe una realidad. Aunque, como no podía ser de otra manera, sus declaraciones han ocupado portadas y lugares destacados de los principales periódicos madrileños. La excusa perfecta.
Pero no nos confundamos, lo que ha dicho Guardiola nada tiene que ver (como algunos periodistas malintencionados han intentado hacernos ver) con las declaraciones políticas que el señor Laporta acostumbra a hacer, y que desde aquí, censuro sin ningún tipo de tapujo. Una cosa es que una persona tenga una ideología determinada, lo cual es muy respetable, y otra que un presidente de un club de fútbol utilice su calidad de máximo representante de esa entidad (que goza además de una repercusión mediática equivalente a la del presidente del gobierno) como plataforma de promoción personal. Muchos defienden la libertad de expresión del señor Laporta, la cual es muy respetable y legítima, pero no nos confundamos: el cargo que ostenta es tan importante que, según mi opinión, su libertad de expresión debe quedar, en asunto no deportivos, totalmente subornidada ante sus responsabilidades como presidente. Porque una cosa está clara, si a alguien le interesa hoy día la opinión de Laporta, es por el puesto que acapara. El día que deje de ocupar ese cargo (que será pronto), a nadie le importará lo que opine.
No se puede hacer, como Laporta, de una ideología personal la ideología oficial de una entidad. Tampoco se puede demonizar, como se ha hecho con las palabras de Guardiola, lo que no deja de ser la constatación de una realidad. Que el primero, a nivel personal quiera que Cataluña sea un estado independiente, me tira del pijo; pero que no lo pida representando al Barcelona. Que el segundo diga, en rueda de prensa oficial, que usa el catalán porque es la lengua de su tierra, es la cosa más normal del mundo. El que no lo entienda tiene un problema.