Revista Ciencia

Vale la pena: una reflexión sobre el sentido de la vida en tiempos de posmodernidad

Por Davidsaparicio @Psyciencia

El 23 de septiembre de 2015 la página web de noticias de la prestigiosa cadena BBC publicó un informe titulado: “El tabú que agrava el riesgo del suicidio en adolescentes”, escrito por Valeria Perasso. Ciertamente el suicidio es un fenómeno complejo, no existe una única razón por la cual alguien decida quitarse la vida, y se puede estudiar este fenómeno en relación a diversas variables: edad, distribución global de riquezas, género, condiciones escolares (yendo desde nivel escolar, hasta bullying) en niños y adolescentes, situación familiar y la historia personal de cada sujeto. Leer esta nota sirvió para despertar en mí fuertes reflexiones en torno a la condición actual de nuestra existencia.

Cabe aclarar que no es mi intención hacer un recorrido o señalamientos en cada una de las posibles variables sino, más bien, intentar abrir la posibilidad de pensar (o repensar) la cuestión del sentido y el valor de la vida misma, sin demasiadas pretensiones para esta modesta presentación, en tiempos en los cuales sentimos que estamos parados sobre arena.

Aproximación a la problemática de la contemporaneidad posmoderna

Vivir en este mundo múltiple significa experimentar la libertad como oscilación continua entre la pertenencia y el extrañamiento – Gianni Vattimo (1990, p. 131)

Realizar una lectura de nuestros tiempos resulta ser una tarea compleja e imposiblemente objetiva. Se habla de que estamos viviendo en la postmodernidad, vivimos en los tiempos de la globalización, el avance y expansión de la informática, de la inmediatez y del “todo ahora”. Una de las lecturas más sobresalientes de nuestros tiempos la realizó el filósofo francés Jean-François Lyotard, reconocido por sus estudios acerca de la postmodernidad.

Las metanarrativas son asumidas como discursos todo-abarcadores

Lyotard (1987, p. 4) explica sobre esto en su obra “La condición posmoderna: Informe sobre el saber”, en la cual él dice: “Simplificando al máximo, se tiene por «postmoderna» la incredulidad con respecto a los metarrelatos.”  Bien, ahora, ¿Qué quiso decir con esto? Esto es clave para entender lo posmoderno. Veamos simplemente la palabra ‘posmoderno’, compuesta por el prefijo ‘pos’ que significa ‘posterior’, entonces la posmodernidad sería  algo que viene después de la modernidad. ¿Qué es la modernidad? Definiendo rápidamente podríamos decir que en el pensamiento moderno, las narrativas y las metanarrativas (la historia más allá de la historia), están erigidas, creadas, edificadas sobre imperativos totalizadores, trascendentes o universales. Las metanarrativas son asumidas como discursos todo-abarcadores. Ejemplo de esto serían los sistemas para comprender la historia como lo desarrolla Karl Marx (2011), quien entiende el desenlace de la historia como el de la constante lucha de clases, que finalizará con la instauración de  un orden de igualdad de clases; otro ejemplo podría ser el relato cristiano de la salvación de las almas: la transición por este mundo terrenal, cumpliendo una vida austera y ascética, para poder luego entrar al prometido reino de los cielos. En mi opinión, el modernismo está caracterizado por una cierta cuota de esperanza. Lyotard (Otañe & Arribas, 2015) va a decirnos que estas metanarrativas se han vuelto insostenibles debido al progreso tecnológico en comunicaciones, medios de comunicación de masas e informática.

Sin dar más vueltas sobre qué es o cómo ha surgido el posmodernismo, cabría pensar que ésta perspectiva, ésta filosofía, nos lleva a un relativismo extremo. ¿Qué quiero decir con esto? Veo necesario esclarecer que al relativismo lo entenderemos como una doctrina epistemológica en la cual los puntos de vista no pueden ser verdaderos ni válidos universalmente, se podría decir que sólo hay validez subjetiva y, valga la redundancia, relativa a los diferentes marcos de referencia. La validez del conocimiento va a depender de determinados lugares, tiempos, épocas históricas, ciclos de cultura u otras condiciones externas en las cuales este conocimiento se produjo y efectuó Así, puede plantearse un relativismo gnoseológico (no hay verdad objetiva), un relativismo moral (no existe el bien o el mal absoluto y universal), etcétera.

Aclarado esto, mi interés no va a centrarse en defender ni en atacar al relativismo, pero sí señalar algo que deriva del mismo, esto es, el consumo de una mega-pluralidad de voces y opiniones. Acerca de esto Rojas (1998) nos habla sobre las vinculaciones, los lazos, la diversidad y las mediaciones virtuales que hay entre las personas, particularmente entre los jóvenes. En el texto escribe: “Al coexistir en las redes comunicacionales una pluralidad de valores, cosmovisiones, creencias y sistemas diversos hasta lo inimaginable; al publicitarse a través de los medios aun los códigos de las ultraminorías, el hombre toma aguda y a veces sufriente conciencia de la relatividad de su propio sistema de creencias, y percibe su historicidad.

La validez del conocimiento va a depender de determinados lugares, tiempos, épocas históricas

Esto refuerza la pérdida de certezas y del pensamiento unitario del mundo. De tal modo, los medios someten al humano al vacío de significación” (p. 5). La autora claramente expone la idea de que ésta pluralidad de valores y voces deja en jaque a la persona, la sufriente conciencia del relativismo nos deja desprovistos de herramientas para comprender la realidad, varados en medio de una nada; experimentamos entonces la angustia kierkegaardiana, ese mareo de libertad que sentimos al estar frente al mero hecho de tener libertad de pensar y decidir, pero: ¿Cómo decidir frente a lo que me angustia? Angustia no saber cómo decidir. Y es que en efecto, todo sistema de creencias pasado que uno aceptaba, muchas veces sin cuestionar, hoy es fácilmente derribado.

Sobre el sentido

Lo cierto es que vivir auténticamente significa que debemos interrogarnos, siquiera una vez, si acaso la vida misma tiene sentido. – Diana Cohen Agrest (2010, p. 15)

Claramente el panorama anteriormente expuesto nos deja claro una cosa: estamos parados sobre arena. Y de esto se deriva una pregunta fundamental: ¿Tiene sentido la vida?

El siglo XX estuvo fuertemente marcado en occidente por un movimiento filosófico llamado existencialismo, el cual trataba temas como el análisis de la condición humana, la libertad y la responsabilidad individual, las emociones y el sentido de la vida. Desde la postura de Albert Camus (1953), a la cual yo adhiero, la vida en sí misma no tiene sentido (al menos no un sentido último), es un absurdo. No hay manera de saber si existe realmente un propósito último por el cual estamos aquí ahora mismo. Y es que en efecto, las tentativas de responder esta cuestión terminan siendo sumamente antropocentristas, o cronocentristas. De vuelta el problema del relativismo. El absurdo en la persona se experimenta como “sentimiento que procede del divorcio entre el hombre y el mundo, y que le genera la pérdida de toda esperanza” (De Diego, 2006, p. 30)

Pero, de igual modo, el problema de la existencia o no de un sentido último de la vida, por más que nos angustie, no debería ser un freno en la búsqueda del sentido de nuestra vida particular. La propuesta que traigo aquí es la de la Logoterapia y el Análisis existencial de Viktor Frankl quien, en 1945, escribió “El hombre en búsqueda de sentido”, su obra más famosa, donde describe, desde su propia experiencia y como psiquiatra, la vida del prisionero de un campo de concentración. En esta obra expone que, incluso en las condiciones más extremas de deshumanización y sufrimiento, el hombre puede encontrar una razón para vivir.

“El sentido de la vida difiere de un hombre a otro, de un día a otro y de una hora a otra. Por tanto, lo que importa no es el sentido de la vida en formulaciones abstractas, sino el sentido concreto de la vida de un individuo en un momento determinado” (Frankl, 1979, p. 131). Pero ¿Cómo es posible encontrar este sentido? Frankl propone prestar atención al universo de valores que se presenta como meta y como orientación, especialmente tres tipos de valores: valores de creación, valores de experiencia y valores de actitud.

Los valores de creación están relacionados con hacer y producir algo, para nosotros y/o para la sociedad. Es el trabajo creativo y el arte los medios privilegiados para concreción de los mismos. Es un camino que lleva al hombre a comprometerse con sus proyectos. Incluye, asimismo, la posibilidad de vislumbrar y concretar el legado que cada ser humano deja a las generaciones futuras, por ejemplo, en la mejora de la ciudad, en la preservación y restauración de medio ambiente, la música, etc. Podría considerarse como una manera peculiar mediante la cual el hombre se enlaza con su comunidad, descubriendo el aporte que sólo él puede realizar.

el problema de la existencia o no de un sentido último de la vida, por más que nos angustie, no debería ser un freno en la búsqueda del sentido de nuestra vida particular

Los valores de experiencia se vinculan con la vivencia de algo o el amar a alguien. Son recibidos en nuestra interacción con el mundo y a través de nuestras relaciones interpersonales. Dentro de esta categoría de valores pueden ser incluidas las experiencias estéticas de contemplar una obra de arte o gozar de una bella sinfonía, como así también la contemplación, admiración y disfrute de las maravillas naturales. Pero, en especial, se nos revelan en la experiencia interpersonal, en el amor a otra persona, en la decisión y esfuerzo de promoverla, de favorecer su realización personal, de acompañarla en el descubrimiento del sentido de su propia vida. Y así, el hombre descubrirá el propio. Como bien dice Jean Vanier (2015) “Amar a alguien es revelarle su belleza, su valor, su importancia” (p. 27).

Y por último, los valores de actitud están vinculados a las actitudes que las personas asumen frente a las situaciones sin salida, frente a circunstancias irreversibles, irreparables. Estos valores se desarrollan por la manera en que el hombre asume su existencia, en especial frente al sufrimiento. Tienen un potencial transformador capaz de lograr aprendizajes desde el dolor, favoreciendo actitudes más tolerantes.

El sentido de la vida, entonces, no puede ser dado ni impuesto, sino descubierto por el mismo hombre. Es subjetivo, en tanto no hay un sentido igual para todos. Pero, no solo es subjetivo como experiencia personal, sino también es relativo, en relación a la persona, a la época, a situaciones determinadas.

Vale la pena

“Cuando uno se enfrenta a un destino ineludible, inapelable e irrevocable, entonces la vida ofrece la oportunidad de realizar el valor supremo, de cumplir el sentido más profundo: aceptar el sufrimiento.” – Viktor Frankl (1979, p. 134)

“Continuar viviendo es aceptar el desafío y transmutarlo en un acto creador de sentido, en un gesto de rebeldía que se encarne en la invención de ese sentido ausente.” – Diana Cohen Agrest (2010, p. 16)

Vemos entonces que podemos encontrar el sentido de la vida subjetivo desde lo que creamos, desde lo que recibimos y desde el sufrimiento. Respecto a esto último, del sufrimiento, entendemos que “el valor no reside en el sufrimiento en sí, sino en la actitud frente al sufrimiento, en nuestra actitud para soportar ese sufrimiento” (Frankl, 1979, p. 134).

El ejemplo que nos da Frankl (1979) es sumamente claro: un paciente suyo sufría de una muy fuerte depresión. Su esposa había fallecido y se veía incapaz de sobreponerse al dolor. Sin comentar al respecto, Frankl le preguntó: “¿Qué habría sucedido si hubiera muerto usted primero y su esposa le hubiese sobrevivido?: Bueno, para ella habría sido terrible, sufriría muchísimo” (Frankl, 1979, p. 135) Contestó. A lo que Frankl replica finalmente: “Lo ve, usted le ha ahorrado a ella todo ese sufrimiento; pero para conseguirlo ha tenido que llorar su muerte y sobrevivirla” (Frankl, 1979, p. 135). Cuando se le encuentra sentido al sufrimiento, el mismo deja de ser sufrimiento.

“Vale la pena” es un hermoso dicho, nos transmite la idea de que esa pena que sufro tiene un valor, que tiene un sentido. La propuesta de aceptación a los hechos dolorosos puede parecer pasiva en primera instancia, pero no hay nada más lejano a la realidad en ese pensamiento. Aceptar es un acto valiente y sumamente complicado. Es el primer paso para poder ejercer nuestra libertad, la de elegir nuestra propia actitud con la cual afrontar la vida.

Esta es la propuesta que traigo, la de abrirnos la posibilidad a encontrar un sentido personal en nuestra vida. Poder sobrellevar el absurdo que nos pesa, y la angustia existencial. Y, por qué no, llegar a encontrar la felicidad en este mundo; ya que cuando está como condimento la frustración o el dolor en una felicidad posible, es porque realmente es dichosa, ya que de alguna manera ni la propia frustración pudo derribarla en su afán.

Bibliografía

  • Camus, A. (1953). El mito de Sísifo (20° Reimpresión). Buenos Aires: Editorial Losada.
  • Cohen Agrest, D. (2010). Por mano propia: estudio sobre las prácticas suicidas. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
  • De Diego, R. (2006). Albert Camus. Madrid: Síntesis.
  • Frankl, V. (1979). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder Editorial.
  • Frankl, V. (1987). El hombre doliente. Barcelona: Herder Editorial.
  • Kierkegaard, S. (2011). El concepto de angustia. Buenos Aires: R.P. Centro Editor de Cultura.
  • Lyotard, J. F. (1987). La condición posmoderna. Informe sobre el saber. Madrid: Ediciones Catedra S.A.
  • Lyotard, J. F. (1994). La posmodernidad (explicada para niños). Barcelona: Editorial Gedisa S.A.
  • Marx, C. & Engels, F. (2011). Manifiesto del partido comunista. México: Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx.
  • Morey, M. (2015). Foucault y Derrida. Pensamiento francés contemporáneo. Arcángel Maggio: Bonalletra Alcompas.
  • Nietzsche, F. (2011). La genealogía de la moral.  Buenos Aires: R.P. Centro Editor de Cultura.
  • Otañe, M. T. & Arribas, B. G. (2015). La postmodernidad. Jean-François Lyotard y Gianni Vattimo. Arcángel Maggio: Bonalletra Alcompas.
  • Perasso, V. (2015). El tabú que agrava el riesgo del suicidio en adolescentes. 23/09/2015, de BBC Sitio web: http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/09/150923_salud_suicidio_adolescentes_ig
  • Rojas, M. C. (1998). Los vínculos en la era de internet. Publicado en las Actas del Congreso de la Federación Latinoamericana de Psicoterapia Analítica de Grupo, FLAPAG, Montevideo.
  • Solé, J. (2015). Kierkegaard. El primer existencialista. Arcángel Maggio: Bonalletra Alcompas.
  • Vanier, J. (2015). La depresión. Ciudad autónoma de Buenos Aires: Agape Libros.
  • Vattimo, G. (1990). La sociedad transparente. Barcelona: Paidós.

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