Director: Andrew Currie
2006
Canadá
91 min.
Fotografía: Jan Kiesser
Música: Don MacDonald
Guión: Andrew Currie, Robert Chomiak y Dennis Heaton
Reparto: K’Sun Ray, Carrie-Anne Moss, Billy Connolly, Dylan Baker, Tim Blake Nelson, Henry Czerny
En una sociedad donde la muerte ya no es lo que era, los afectos traspasan el umbral de la descomposición física para elegir caminos poco frecuentados y encontrar acomodo en una arcadia a colorines. Fido es, en último término, un film sobre padres e hijos, sobre fracturas emocionales y sobre encontrar una familia mejor que la que te ha tocado, también lo es acerca de la infancia, del sentimiento marciano de no pertenencia a un lugar, no físico sino sentimental, sobre el cual cierto cine americano (aunque esta producción sea canadiense sus referentes estético/conceptuales pertenecen al otro lado de la frontera) a regresado con insistencia desde que Steven Spielberg se dedicó
El director Andrew Currie vuelve parcialemnte sobre esto, en la forma de una comedia zombie que maneja con gracejo la corriente cómica del subgénero, expresando una voluntad subversiva con respecto a la simbología habitual del invento, de tal manera que la zombificación se presenta no como una advertencia apocalíptica del fin de los tiempos o como metáfora sociopolítica escuela George A. Romero, sino como una oportunidad de prolongar la vida por otros medios. Currie destierra el pesimismo y lo sustituye por una alegría, tonta y burbujeante, pero alegría después de todo que, de rebote, le permite contrabandear una mirada caricaturesca sobre la devoción por las armas, el poder corporativo y la manipulación del miedo (la constante
Todo esto se suma a la primera temática, la central, del entendimiento y conflicto paternofilial que, al parecer ya había manejado en su anterior y dramático trabajo Mile Zero, sin mencionar que un corto suyo de 1997 titulado Night of the living ya trataba el tema de un muchacho que veía como su alcoholizado padre se convertía en un zombie. Pero en cualquier caso Fido está desprovisto de drama, que no es lo mismo que carecer de aristas, y se acerca sin embozo alguno al elogio a la diferencia tan querido por el mejor Tim Burton, de quien esta cinta retoma su personal colorido y entraña popera, su carácter de juguete lúdico/melancólico que envolvía e manera irresistible una obra maestra como Eduardo Manostijeras.
Aquí el joven protagonista, Timmy terminará por encontrar su naif ideal de padre en el zombie doméstico Fido (no sin antes dejar un reguero de cadáveres, claro), de igual manera a la que su frustrada madre, una guapísima Carrie Anne Moss lejos del látex y cerca de glamour de la
Quedarían así solo dos dramatis personae por completar el cuadro principal, por un lado el padre calamitoso, inapropiadamente entusiasta, incapaz de comprender a un hijo al que ve como un futuro muerto en lugar de cómo algo vivo, ajeno a cualquier noción de amor (paternal o matrimonial) preocupado solo por los entierros con al cabeza separada del cuerpo, el mayor entretenimiento familiar es pasar una tarde dominical en elñ cememterio, a quien da perfecta vida el siempre desagradable Dylan Baker (muy divertido aquí, por cierto, en parte gracias a su particular tipología
Un grupo de actores excelente quienes, alineados junto a ese Fido a quien encarna (es un decir) el gran actor escocés Billy Conolly (sustituyendo a Peter Stormare en el último minuto), comprenden el timming que la película precisa, un tono un punto caricaturesco, sobreinterpretado, más cercano al cartoon o al tebeo que a cualquier actuación naturalista, con una manera de moverse y de decir que evoca, simultáneamente a la la serie-b de ciencia-ficción de la edad del terror atómico y a las comedias de Frank Tashlin, ese gran analista cómico de la sociedad americana, con o sin Jerry Lewis. Se recicla de modo semejante la estética
Un timbre que, en todos los sentidos, comparte con otra película injustamente olvidada, con la cual compondría un ideal programa doble repleto de malicia y especialmente acertado en esa comprensión del extrañamiento infantil que mencionaba al principio, aquel Parents, mucho más siniestro y retorcido que este Fido, que dirigiera en 1989 el guionista y ocasional actor Bob Balaban, que suponía, con todas sus insuficiencias, excesos (un barroquismo visual que puede resultar agobiante) o desequilibrios un film originalísimo y genuinamente