Vamos de paseo en un coche viejo

Por Spanierin

En el mes de septiembre nos buscamos un nuevo espacio chiquitín para vivir algo más grande del que teníamos antes, entre otras razones porque Monete venía de camino y había que meter sus cosas en alguna parte. La casa en sí es estupenda, pero tiene un pequeño inconveniente:

está más alejada de Salzburgo y se ubica en un pueblo tan tan pequeño, que no sólo no tenemos farmacia sino que por él solamente pasa un autobús cada hora... en días de diario. Los fines de semana, sin coche, estás incomunicado.

Para mí no habría supuesto ningún problema, y en el peor de los casos se puede ir andando hasta el pueblo de al lado, que está a dos kilómetros y en el cual hay una estación de tren. Sin embargo, ¿cómo hacer eso con un bebé, especialmente en días como hoy, en que estamos a 12 grados bajo cero? Difícil.

El Cocinero alemán propuso la solución: necesitamos otro coche. Luché contra viento y marea (ya sabéis lo poco que me entusiasma conducir) y me negué rotundamente a gastarme un pastizal en algo así. Aunque sabía que en el fondo tenía razón...

La solución llegó casi por arte de magia. Un amigo nuestro tiene dos coches dados de alta con la misma matrícula, lo que significa que sólo tiene que cambiarlas y así puede conducir con uno u otro. Precisamente en septiembre empezó a prestármelo los días que me hacía falta y nadie podía llevarme y traerme. Y he de decir que me gustó, porque el coche es automático y así me ahorro bastantes de los problemas que me surgen cuando conduzco.

El día que a Monete y a mí nos dieron el alta en el hospi, vino a vernos a casa y me dijo que me lo regalaba. Que es un coche que ya no puede vender por el dinero que él quiere y que tiene un gran valor sentimental para él, por lo que le gustaría que lo tuviera alguien a quien aprecia. Además, dijo, sabe que me hace falta y a él no sólo le estorba, sino que recientemente ha heredado otro igual (no tan viejo) con el que poder seguir haciendo lo del cambio de matrículas. Que, en el fondo, el favor se lo hago yo a él quedándomelo.

Y así es como, desde hoy, con algo de retraso, me encuentro en posesión de un coche. ¡Cuidado, que voy!