Vetusta Blues. -“Van y vienen”
“La mejor etapa de la vida es estar vivo”, leo en EL COMERCIO que comenta Ramiro José Taboada, quien con 98 años ha sido homenajeado como “abuelo del año” por el Centro Asturiano de Oviedo junto con su mujer Esperanza Arrizabalaga, otros 90 años de existencia, ahí es nada. Y no encuentro mejor filosofía que esa, una suerte de supervivencia que se basa en la adaptación ante las circunstancias y las diversas etapas de la vida.
Con los establecimientos comerciales sucede lo mismo: adaptarse a los nuevos tiempos es fundamental o serás arrasado sin contemplaciones. Y, entre esos lugares que van a abandonar el paisaje de Oviedo está la Librería Ojanguren, espacio de tantos y tantos buenos momentos a lo largo de la vida de muchos asturianos. Recordaba hace unas fechas con el escritor David González lo que significaba entrar en las dependencias de Ojanguren. Una librería a la antigua usanza, dotada de amplísimas estanterías donde te detenías a hojear libros durante horas, mientras calculabas la parte de la paga semanal que te daban tus padres ibas a poder gastarte allí. Y, un poco más arriba, en Discos 3. Había fines de semana que uno debía permanecer en casa sin que me importase lo más mínimo: un libro que leer mientras escuchaba un disco recién comprado y, en La 2, que, por entonces se llamaba la “segunda cadena”, ver una película en versión original a altas horas de la madrugada. Quizás enlazar varias durante toda la noche del sábado. Y el domingo, al viejo Tartiere a animar al Real Oviedo. Uno podía sentirse muy vivo así, sin necesidad de estúpidas resacas de botellón, sin falta de destrozar prematuramente el hígado... que ya tendríamos tiempo de destruirlo junto a nuestro corazón años después.
La vida sigue en la ciudad, implacable al paso del tiempo y de los acontecimientos, pero su fisonomía se transforma casi sin que nos demos cuenta. Y justo en las fechas en que la Librería Ojanguren dice adiós, llega una nueva -la Casa del Libro- a instalarse en una calle de resonancias tan literarias como la de Palacio Valdés. Un concepto distinto, nuevos tiempos, viejas inquietudes. Precisamente situada en la misma calle, casi enfrente de este nuevo establecimiento ha comenzado la rehabilitación de un edificio que llevaba muchos años cerrado y ya con síntomas de abandono. Desde hace unos años fantaseaba al pasar cada día frente a él con instalar una gran librería, tienda de discos y pequeño café que diese menús, tal y como en Madrid funciona La Central de Callao. Inmediatamente recordé a Ex -entonces Ella-, cuando hace un par de años dudábamos si comer en el Bistró, nombre de su restaurante en la planta baja mientras tomábamos un café, repasábamos nuestras compras de libros (y también de unos discos y cds que había adquirido en la vecina Escridiscos) y observábamos de reojo a Diego Manrique que charlaba con un artista de acento argentino en una mesa contigua.
Cuando llegan los cambios, por injustos que nos parezcan, no queda otra más que rearmarse. Que sobrevivir y luchar. Buscar nuevas puertas que abrir y tratar de que las que se cierran sólo lo hagan temporalmente. Un día más, levantarse y disfrutar de la vida en esta ciudad, un privilegio por el que nunca nos olvidaremos de seguir luchando.
MANOLO D. ABADPublicado en el diario "El Comercio" el viernes 8 de septiembre de 2017