Se define el punto de fuga (“Vanishing Point“, en inglés) como el lugar geométrico en el cual las proyecciones de las rectas paralelas a una dirección dada en el espacio, no paralelas al plano de proyección, convergen. Es por tanto un punto del infinito, situado por tanto en el horizonte de la visual, y (pese a que puede dibujarse) racionalmente imposible.
Algo así sucede con los New Order firmantes de “Technique“, el disco en que las distintas personalidades mostradas por el grupo de Manchester hasta entonces (la heredera de Joy Division, más guitarrera y oscura; la más cercana al synth-pop introspectivo, y la que ya avanzaba en “Blue Monday” su intención de no perderse por nada del mundo la fiesta que se estaba montando en la Ibiza de 1989) convergen, llevando la música de New Order a un punto situado en el mismísimo infinito. Resulta difícil de creer, pero hablamos de un disco que en el momento de su publicación quedó algo tapado por el despampanante debut de The Stone Roses y las acrobacias ácidas de unos Happy Mondays en estado de gracia: el tiempo ha puesto las cosas en su sitio y ha reivindicado el quinto disco de New Order como la cumbre absoluta de una larga carrera iniciada tras el suicidio de Ian Curtis, y que (ejem… desgraciadamente) aún llega hasta nuestros días.
En fin, no es momento ahora de ponernos a elucubrar sobre si hubiera sido mejor o no ahorrarnos todo lo que pasó con New Order a partir de “Republic“, el disco de 1993 con el que definitivamente terminaba la racha ascendente de los mancunianos, sino de recordar una de las canciones que, a día de hoy, es una de mis favoritas del grupo. “Vanishing Point“ -como ya sucedió anteriormente, y de forma inexplicable, con “1963“- no fue lanzada como single, algo que sólo puede explicarse desde la escala colosal de los temas que sí lo fueron -”Fine Time” y (arrodillaos) esos dos monumentos llamados “Round & Round” y “Run“- o, si hacemos caso a la leyenda, porque en su letra había implícita una cierta pullita contra Tony Wilson, entonces manager del grupo. Sea como fuere, el conjunto suponía una ruptura absoluta con la oscuridad que caracterizaba algunas de sus canciones anteriores, y se arrojaba sin remilgos a la pista de baile, pero sin olvidar el lugar de donde provenían. ¿Hedonista? Sí, pero probablemente más en el aspecto formal que en el contenido: en las letras se sigue intuyendo una cierta tendencia a la introspección, cuando no una épica de lo trágico. Pesimismo, por tanto, (“I’ve seen what a man can do / I’ve seen all the hate of a woman too“) con el que justificar el abandono más absoluto al placer instantáneo.
Adentrémonos por tanto en el interior de ese disco pluscuamperfecto de lisérgica portada y ritmos espectaculares, del que -por una mera cuestión de justicia- muy probablemente volveremos a escribir algún otro día. Prácticamente al final del álbum ( y con ese “Ibiza, Mallorca, and Benidorm too / I’ve searched all these places but never found you” de “Mr. Disco” aún resonando en nuestros oídos), “Vanishing Point” se abre con una gélida secuencia rítmica casi house, hasta que el familiar bajo de Hook nos da la bienvenida al paraíso sintético. La voz de Sumner no se dejará escuchar hasta pasado el minuto y medio, y cuando lo haga evocará inmediatamente a esa otra personalidad gigantesca de la década llamada Neil Tennant: no es tanto una cuestión de similitud en lo sonoro, como de esa rara capacidad para hacernos bailar con el corazón encogido por la melancolía. No es de extrañar, por tanto, que la canción se convirtiera en una de las canciones más adoradas por los seguidores del grupo, incluso a pesar de que en 1994 se abortaran (nuevamente) las posibilidades de ser lanzado como sencillo de presentación del recopilatorio “The Best Of (New Order)“: al final London Records cambió de opinión en el último momento, y decidió relanzar en su lugar “True Faith“.
Demasiado perfecta para ser olvidada, “Vanishing Point” resiste el paso del tiempo con su genial mezcla de euforia y tristeza, su cita al drama de Richard Attenborough “Cuando el viento Silba”, (curiosamente, con quien compartía título era con una road movie de 1971, denominada aquí -siguiendo esa tradición tan nuestra de interpretar en la traducción las verdaderas intenciones del autor- “Punto límite cero”), y con ese legendario “My life ain´t no holiday / I´ve been through the point of no return” , grabado a fuego en los corazones de los que nos sabemos incapaces de no repetir cuando esa deslumbrante ráfaga final de sintetizadores deja paso al silencio.
“Grow up children, don’t you suffer
At the hands of one another
If you like a sleeping demon
Listen can you hear him weeping
Tears of joy and tears of sorrow
He buys love to sell tomorrow
My life ain’t no holiday
I’ve been through the point of no return
I’ve seen what a man can do
I’ve seen all the hate of a woman too
Feel your heartbeat lose the rhythm
He can’t touch the world we live in
Life is short but love is strong
There lies a hope that I have found
And if you try you’ll find it too
Remember why I’m telling you
My life ain’t no holiday
I’ve been through the point of no return
I’ve seen what a man can do
I’ve seen all the hate of a woman too
And they gave him away
Like in ‘Whistle Down The Wind’
By the look on his face
He never gave in“