Es ese mismo miedo que sienten los niños cuando vislumbran un cementerio al anochecer, ante el misterio inexplicable del fin de nuestras vidas. Así llegué a Varanasi, cansado ya de un largo viaje por el norte de la India, desde la parte occidental. Ahora nos aproximábamos al río sagrado y, en patircular, al lugar de las cremaciones en uno de estos lugares que se derraman sobre el río, los "Ghats", con sus interminables escalinatas. Quizá fue uno de los momentos más duros e imborrables de nuestro viaje a l
Es ese mismo miedo que sienten los niños cuando vislumbran un cementerio al anochecer, ante el misterio inexplicable del fin de nuestras vidas. Así llegué a Varanasi, cansado ya de un largo viaje por el norte de la India, desde la parte occidental. Ahora nos aproximábamos al río sagrado y, en patircular, al lugar de las cremaciones en uno de estos lugares que se derraman sobre el río, los "Ghats", con sus interminables escalinatas. Quizá fue uno de los momentos más duros e imborrables de nuestro viaje a l