A partir de la muerte de Mirabeau a primeros de abril de 1791, que había sido el último aliado de los reyes ante la Asamblea, aunque sólo un aliado oculto e interesado, comienza a planificarse la operación con sumo cuidado, a cargo de Fersen, que jugó un papel clave en la organización de la huida, haciéndose cargo de todos los detalles de la intendencia, buscando por su cuenta los carruajes, los caballos, el dinero para sobornos, los disfraces que iban a usar en la huida, etc. Y todo ello llevado con una gran discreción, porque el entorno de las Tullerías estaba plagado de espías, hasta en el personal de cámara de los reyes.
El plan es llegar a la frontera, donde los austriacos darían protección a la familia real. A medio camino, un regimiento francés, bajo las ordenes del leal general Bouillé, les esperaría para darles escolta. Toda la operación ha de coordinarse en secreto, evitar que un solo mensaje sea interceptado, y poner a todos los implicados de acuerdo. Todo ello será obra de Fersen, que actúa por el amor que siente hacia María Antonieta (más información sobre Fersen).
Por otro lado, para justificar la huida del rey a ojos de la realeza europea, hay que forzar la situación y provocar la ira de los revolucionarios de manera que parezca evidente que el rey huye porque su seguridad personal y su libertad están en peligro. Por ello, el rey anuncia que desea pasar las Pascuas a Saint-Cloud, es decir, abandonar las Tullerías. El 19 de abril se disponen a trasladarse a este castillo cercanoa París, pero los jacobinos movilizan a las masas y lo impiden.
Ya hay, pues, una excusa para justificar una honorable huida, y los planes comienzan a ponerse en marcha inmediatamente. En este punto, Zweig considera que se cometieron numerosos errores que desembocaron en el fracaso de la operación. Los preparativos se prolongaron demasiado tiempo. Con dos coches sencillos y poco equipaje, esa misma noche hubieran podido haberse evadido discretamente y con rapidez. Pero los reyes no podían realizar un viaje así de sencillo, necesitaban asistentes, ropa, vajilla, cava de vinos. Y son catorce personas en total, por lo que los dos carruajes son grandes, pesados y tirados por muchos caballos; es decir, nada de discreción. Además, a modo de enlace, han enviado nada menos que a Léonard, el peluquero de María Antonietta, que es el tipo menos indicado para la diplomacia.
Zweig dice que, dado que la familia real ha vivido de espaldas a la realidad, fracasa estrepitosamente en su primer contacto serio con la realidad, porque ignora absolutamente cómo gestionar esa situación.
Finalmente, se establece el 19 de junio como fecha para la huida. Pero un artículo de Marat airea la posibilidad de un complot para sacar al rey del país. Cuando ya está todo preparado y coordinado, una de las camareras de los reyes, amante de un revolucionario, podría estropear todos los preparativos, así que se decide salir la noche del 20, en que esta camarera libra; pero eso supone volver a coordinarse nuevamente con Bouillé.
Cae la noche. En Saint-Menehould les ha de esperar un grupo de dragones alemanes, pero los mensajes de Léonard, el peluquero, han confundido a los enlaces y creado descoordinación entre ellos, y los dragones les esperaban en otro punto cercano de la ciudad. En esta población llaman la atención de las gente y del dueño de la estación de postas, que es jacobino. Un poco más tarde, los dragones alcanzan la posición de la carroza, pero la población no permite que escolten a la carroza. Prosiguen el viaje, pero la noticia sobre la verdadera identidad de los ocupantes del coche les sigue de cerca.
Esperan poder recambiar los caballos dentro de la ciudad, pero al entrar en ella son detenidos por la muchedumbre. Drouet ha llegado diez minutos antes y ha dado la alarma. Son llevados a un albergue, regentado por el procurador (alcalde), que les pide el pasaporte y lo da por vákido. Pero Drouet insiste en identificar al rey e impedir la huida. El procurador invita a los detenidos a pasar la noche en Varennes, en su albergue, pensando que al día siguiente todo se solucionará por sí solo. El rey también lo espera, confía en la inminente llegada de los dragones, aunque ha de ser antes que el cercano acuartelamiento de la Guardia Nacional sea avisado.
Llegan los dragones. El jefe del grupo ofrece al rey una huida rápida, aunque arriesgada. El rey duda. Pasa el tiempo y la población ya se ha preparado, hay barricadas en las calles, la Guardia Nacional está alerta. Es imposible huir de Varennes.
La Fayette había enviado delegados por todas partes, y dos de ellos llegan a Varennes (Petion y Barnave). Presentan al rey el decreto de la Asamblea que le relega de sus funciones y le obliga a volver a París. Luis se resiste a partir, esperando que aparezca Bouillé y sus soldados. Pero no llega. Emprenden la vuelta, escoltados por el populacho. Los soldados de Bouillé llegarán media hora después de la partida.
El viaje de París a Varennes duró veinte horas. El regreso a París llevará tres días. Según Zweig, el camino de Versailles a las Tullerías, en octubre del 89, fue un paseo comparado con este retorno a París, pues en cada población que atravesaron debieron detenerse para escuchar los insultos del pueblo.