Mi mamá siempre me contaba que uno de sus principales entretenimientos era el cine, en su juventud siempre iba, me lo contaba junto a una anécdota borrosa que me llega desde lejos como el recuerdo de su voz: “Siempre me gusto el cine, a las películas de Pedro Infante no me dejaban entrar por la censura”, decía.Su interés cinematográfico me lo transmitió muy pronto, vi películas compulsivamente desde los 7 (quizás antes) hasta los 17 en las salas de cine del Estado Vargas.
Frecuenté mucho el Costamar, ubicado en el Centro Comercial Litoral, el Paramount, que fue desalojado para colocar una tienda departamental, el Excelsior, desmantelado por un “Pare de Sufrir” (no, no es un chiste), el Lamas en su periodo ya en declive, del cual decían que si te descuidabas te mordían los pies las ratas, eso tampoco es un chiste.
El cine siempre ha sido –para mi y muchos- un escape, además de un entretenimiento, un modo de soñar, de volar de tu vida “común y corriente” a otros universos, de aprender alguna cosa, en fin… Recuerdo que mi mamá, propulsora de este hábito hacia conmigo y con mis hermanos las colas inmensas para ver las películas de moda, que llegaban a las salas de La Guaira: “¿Quién engañó a Roger Rabbit?”, “La Sirenita”, por nombrar dos. Un sábado de letargo la acompañé a ver “El Guardaespaldas” con Whitney Houston, film que yo ya había visto y ella no. Si tenías una tarde libre: “vamos al cine” era la consigna, el punto de acuerdo entre padres e hijos. Un modo de compartir.
Tengo grandes recuerdos con mis compañeritos de clase del “Fernando Toro”, con quien una vez fui sola a ver una cinta de ciencia ficción, por lo cual –por cierto- ese día me gane un gran regaño, porque era yo sola (de 15 años) con 5 o 6 compañeros varones. Entre ellos el muchacho que me volvía loca y que no tuve la suerte de conquistar. En fin… no estamos aquí para hablar de mis amores imposibles de la adolescencia, simplemente que recordando todo esto me pregunto: ¿Qué clase de recuerdos tendrán los adolescentes o jóvenes del Estado Vargas hoy en día?
Desde hace años el cine dejo de existir en la entidad, esa distracción sana, inocua y hasta inocente que mantiene entretenidos –y por ende- en calma a la gente por dos horas seguidas ¿Por qué actividades habrá sido reemplazada?
Los cines en el Litoral fueron desapareciendo paulatinamente, por el contrario de lo que se cree, mucho antes de la llamada “Tragedia” que marco un antes y un después para los hasta entonces habitantes de la entidad. El Costamar, el Paramout, ni hablar del Excelsior o el Lamas se evaporaron, uno a uno, así sin más. Hubo que comenzar a subir a Caracas si querías ver alguna película o estar inscrito en algún Club de Video, el cual paso a ser el único modo de “desquite” fílmico.
Ahora cuando escribo en “El Proyector” o en algunos medios digitales donde colaboró escribiendo sobre cine, recuerdo que la base de mi cinefilia tiene su origen en salas que, lamentablemente, ya no existen y no han sido reemplazadas por otras.
La cultura, el cine, la música y los libros salvan la vida de muchos, porque te permiten “conocer”, ver más allá de tu ámbito, a veces exiguo, a veces precario.
¿Volverá el cine a Vargas? Esa es una incógnita que me surge esta tarde, quizás algún día tenga respuesta.