Al llegar allí todo seguía igual. Las calles, la playa, el mar. El escenario, el mismo. Pero la obra, muy distinta. Esta vez venía con mi marido mis hijos y mis padres ejercían más de abuelos que de padres.
Sin lugar a dudas no cambio por nada del mundo mi vida de ahora con mis hijos por aquella que ya pasó, y ya viví. Estas pequenas cosas me ayudan a reafirmarme y ser aun más feliz (si cabe) con mis hijos. No añoré irme de copas y pasar largas noches sin dormir.
Esta vez hemos vivido los días y descansado por las noches. Me siento bien por llegar donde he llegado. Aquella veinteañera que ocupó mi lugar hace ahora mucho tiempo en aquella playa no se imaginó que un día llegaría a encontrar la más absoluta felicidad con algo tan sencillo como poner arena en un cubito al lado de mis dos pequeños tesoros.