Varias sorpresas agradables y una decepción

Publicado el 27 agosto 2013 por Benjamín Recacha García @brecacha

Calle Ennio Morricone en Los Albaricoques   Foto: Benjamín Recacha

Día 6:

El último día en el Cabo de Gata teníamos claro que visitaríamos la playa de los Muertos, pero eso sería por la tarde, así que antes nos dispusimos a descubrir algún “tesoro” escondido. Decidimos acercarnos a Los Albaricoques, pequeña localidad que Sergio Leone escogió para rodar en los años 60 del siglo pasado la legendaria trilogía compuesta por ‘El bueno, el feo y el malo’, ‘Por un puñado de dólares’ y ‘La muerte tenía un precio’, con Clint Eastwood como protagonista. Almería y el espagueti western estarán ligados eternamente hasta el punto que en Los Albaricoques las calles tienen nombres tan llamativos como el del propio Sergio Leone o el del compositor de extraordinarias bandas sonoras Ennio Morricone.

Pero antes de llegar al pueblo nos confundimos de camino y fuimos a parar a otro escenario de película del que ya hablé en el post de recuerdo al 77 aniversario del asesinato de Federico García Lorca. Me refiero al Cortijo del Fraile, donde tuvo lugar el crimen pasional que inspiró al poeta granadino una de sus obras cumbre: ‘Bodas de sangre’.

Aljibe resaturado en El Cortijo de los Frailes   Foto: Benjamín Recacha

El edificio se cae a trozos, hasta el punto que su ruina total parece inevitable. Qué pena. Tras recorrer sus alrededores, donde se puede contemplar uno de los muchos aljibes que salpican el árido paisaje almeriense (prácticamente cada finca tiene el suyo), nos dirigimos a Los Albaricoques e hicimos parada en uno de los restaurantes más kitsch que recuerdo: el hostal restaurante Alba, un verdadero santuario a Sergio Leone. El local está forrado de carátulas, fotos de los rodajes y de sus integrantes e incluso cuadros.

Decoración del restaurant Alba, en Los Albaricoques   Foto: Benjamín Recacha

La carta es un collage compuesto de rostros de los personajes, escenarios, letras al estilo Far West, etc., y mientras comes en los diversos televisores repartidos por el comedor te acompaña la eterna reposición de las películas. Y como no puede quedar libre un solo centímetro cuadrado de pared, pues la han forrado con fotos del precioso entorno natural, sus pueblos y sus gentes, y de cualquier otra cosa que os podáis imaginar: desde figuras de artesanía tribal hasta estampitas de la primera comunión. Memorable. El menú está bien, pero, por Dios, no se os ocurra pedir café… Recomiendo callejear por el pueblecito, cosa que no os tomará mucho tiempo y podréis descubrir, entre otras cosas, el escenario del duelo final en ‘La muerte tenía un precio’.

Era en Los Albaricoques, escenario de película   Foto: Benjamín Recacha

Hora de poner rumbo a la playa de los Muertos. Poco antes del aparcamiento desde el que hay que descender a patita hasta la playa sale un desvío hacia el antiguo cargadero de mineral de Agua Amarga. Qué buena idea fue tomarlo. El breve recorrido etnográfico vale la pena, pues nos permitirá descubrir que la zona donde nos encontramos fue un importante almacén de hierro que, llegado en tren desde el interior de la provincia, en la ensenada de Agua Amarga era cargado en los buques de transporte.

Restos del antiguo cargadero de mineral de Agua Amarga   Foto: Lucía Pastor

Fue necesaria la construcción de una importante infraestructura, como el propio ferrocarril, pero después de que la actividad dejara de ser rentable a principio de los años 40 del siglo pasado, la mayor parte fue desmontada. Hoy sólo quedan ruinas y vestigios, pero lo mejor de tomar el desvío son las impresionantes vistas de Agua Amarga, que se extiende a nuestros pies junto a su larga playa y kilómetros de costa hacia el Oeste. Una vez más, qué bonito es el Cabo de Gata.

Panorámica desde el cargadero de mineral de Agua Amarga Foto: Benjamín Recacha

Con la vista plenamente satisfecha nos dispusimos a saborear el plato fuerte del día y quién sabe si de todas las vacaciones: la playa de los Muertos. El inicio prometía: tras dejar el coche nos aguardaba un pronunciado descenso hacia el mar. La bandera roja no nos amedrentó esta vez. Con Albert abriendo camino (qué cabra tengo por hijo…), en unos diez minutos estábamos abajo, dispuestos a maravillarnos con la belleza del entorno. Si está considerada una de las mejores playas de España por algo será, ¿no?

De entrada, las olas y la suciedad del agua impidieron que cerrara la jornada con el bañito de rigor. La arena es gruesa. Punto a favor pensando en las labores de limpieza previas a la marcha. Por contra, Albert y yo no pudimos completar nuestra serie de fortalezas de arena. Será la única de las playas visitadas sin el correspondiente castillo. Menuda decepción… Pero lo peor es que, sin ser una playa fea, queda a años luz de las playas que disfrutamos en los días previos. Es larga y ancha, con lo que hay mucho espacio disponible para evitar aglomeraciones. Pero ello no es, ni mucho menos, suficiente atractivo para convertir a esta playa en tan célebre. Por lo menos, a mi modesto entender.

Playa de los Muertos   Foto: Benjamín Recacha

El hecho de que en el lado Este el paisaje quede “ensuciado” por la fábrica de cemento de Carboneras y sus instalaciones portuarias por donde transitan buques de carga, es un punto negativo muy importante. En el lado Oeste sí que aparecen las sorprendentes y bellas formaciones rocosas características del resto de playas, pero que las semicuevas que se forman en la montaña estén plagadas de los desagradables “papelitos blancos” que los bañistas se empeñan en dejar de recuerdo por doquier le resta todo el encanto. Conclusión 1: qué guarros somos los humanos, incapaces de disimular nuestra estancia sea donde sea. Conclusión 2: si vais al Cabo de Gata y por cuestión de tiempo sólo podéis visitar unas pocas playas, ahorraos la de los Muertos. La magia la encontraréis en todos los demás rincones.

Y hasta aquí llegan las aventuras en el maravilloso Parque Natural del Cabo de Gata-Níjar. Un sitio con un encanto especial del que es imposible salir decepcionado.

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