A la entrada del parque está Hősök tere, o plaza de los héroes, donde termina (o comienza, según como se mire) la avenida Andrássy. Esta plaza es un gran monumento a la mencionada llegada de los húngaros a Europa, y a muchos de los reyes húngaros del pasado. En esta entrada más antigua hay más información sobre este emblemático lugar. Además se encuentra flanqueada por dos edificios interesantes como son el museo de bellas artes y el museo de arte moderno.
Nada más entrar, a mano derecha nos encontramos con el Castillo de Vajdahunyad, construido también para el Milenio húngaro, y cuya arquitectura se basó en los castillos de Transilvania, especialmente en el de la actual Hunedoara, que por aquel entonces era parte del Reino de Hungría. Junto a él está la estatua de Anonymus, el escritor de nombre desconocido del libro Gesta Hungarorum, un escrito que recoge numerosos detalles de la llegada de los húngaros a Europa y su asentamiento en la Cuenca de los Cárpatos, y que ha sido una pieza fundamental para comprender la historia magiar.
Otro edificio imprescindible es el balneario Szechényi, del cual también he escrito en este blog hace tiempo. Sus termas son una gran atracción turística de Budapest, y extranjeros se mezclan con locales en estas piscinas azuladas entre edificios amarillos, tanto bajo el sol del verano como bajo la nieve del invierno.
Cerca de las termas, cruzando la carretera, está el Zoo de Budapest, al cual ya dediqué una entrada en este blog. Para los residentes de la capital es muy recomendable, ya que además de ver a los entrañables animales de los zoos, la arquitectura de este es un tanto peculiar, con estilo art decó y la huella del arquitecto Kós Károly. Se construyó originalmente en 1866 y quedó destruido casi en su totalidad en la 2º guerra mundial.
Además hay un pequeño parque de atracciones, un lago que puede recorrerse en pequeñas barquitas en verano y que es drenado en invierno para instalar una enorme pista de patinaje sobre hielo, y numerosos puestos de helado y cafeterías, así como pequeñas sendas por las que pasear y bancos en los que descansar. Como decía, merece la pena una visita, o varias para los que viven en Budapest, a este pulmón verde que no tiene nada que envidiar a la isla Margarita.