Había un oriental que cada día cargaba en un palo sobre sus hombros, dos vasijas repletas de agua colgadas de sus extremos. Una de ellas tenía fisuras por donde goteaba el agua. Cuando por fin llegaba a su casa, a veces tenía la mitad del vital líquido, pero eso parecía no importarle demasiado. ¿Dejadez? ¿Vagancia por no reparar o no cambiar la vasija? ¿Indiferencia, apatía, tal vez?
Un joven que lo observaba, sin entender nada, un día le preguntó por qué no había cambiado el cántaro. Eso implicaba más esfuerzo, ya que tenía que hacer un viaje extra para traer toda el agua que necesitaba a su casa, lo cual evidentemente no era un detalle menor para aquél anciano.
El oriental le señaló, entonces, el camino que a diario hacía. Del costado donde goteaba la vasija defectuosa había crecido un hermoso jardín de flores silvestres que se alimentaba del agua que “perdía” su vasija rota.
Así es como sucede con nosotros. Dios tiene el poder de hacer de lo malo, algo bueno. Siempre digo que si has visto algo bueno en tí, eso se lo debes al Señor y nada más que al Señor. Con esto –claro está– no pretendo hacer apología del pecado, rendirse y dejar todo lo malo y defectuoso como está. Tenemos luchas. A veces victorias, a veces derrotas. Pero mientras estemos en tránsito por este mundo, continuamos en esa batalla.
Es por esa razón, que hoy estás leyendo un mensaje escrito por una “vasija defectuosa”.
Cuando tomados de Su Mano caminamos en esta vida, cuando tomados de Su Mano hemos elegido seguir el llamado a ser de bendición a los demás, Él tiene ese poder de hacer el milagro. Él vierte esa Agua de Vida que en estas vasijas defectuosas se va derramando en nuestro diario caminar. En ese costado del camino, crece por la Gracia y exclusivo Mérito Divino, un bello jardín de flores. De ese jardín formas parte tú.
Cada uno de nosotros en pecado fue formado y vivimos con luchas. De la mano de Nuestro Amado Señor; con días brillantes y días negros, con victorias y derrotas, con éxitos y fracasos, con caídas y levantadas, tenemos en nuestras manos la oportunidad de ser de bendición. El resto le corresponde a Él.
Lucas 18:13 “Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.”
Bendiciones!