Pero dicha prueba no va a ser fácil. La ambición absoluta puede conllevar un sufrimiento absoluto que acabe derivando en la perdición del alma propia. La tentación tiene dos caras: la de la consecución fácil de objetivos complicados y la del precio inmenso que hay que pagar por ello. Si en algo destaca la escritura de Beckford es en su cuidada estética, lo que deriva para el lector en la visión de imágenes tan claras como un cuadro de vivos colores. El escritor inglés es preciso en unas descripciones que buscan despertar el sentido de la maravilla de unos lectores que no podían ni soñar con viajar al exótico Oriente. Aunque al final la trama se alargue algo y resulte un tanto decepcionante - algo que no le sucedía a Voltaire - leer a Beckford tiene algo de delicioso, porque nos damos cuenta de que sabe desarrollar muchos conceptos que apelan a nuestro subconsciente (la posibilidad de la perdición absoluta) y por lo tanto a nuestros peores temores, personalizados en ese viejo horrible, a la vez aciago y tentador.
Pero las sabias e irónicas palabras de Jorge Luis Borges, magistral prologuista del libro son las que mejor resumen su esencia, mezclando vida y literatura:
"Sólo tres días y dos noches del invierno de 1782 requirió William Beckford para redactar la trágica historia del califa. Lo hizo en francés. Según un dato registrado por mi compatriota, el crítico y poeta Enrique Luis Revol, Vathek fue el libro de cabecera de Byron. Beckford encarnó un tipo suficientemente trivial de playboy millonario, gran señor, viajero, bibliófilo, libertino y constructor de palacios. Levantó una azarosa mansión en Fonthill; de la cual, quizá afortunadamente para el buen gusto, no queda piedra sobre piedra."