Pablo iba camino a Jerusalén y hacia dificultades aseguradas. Si él escogía ir, era muy probable que por lo menos fuese arrestado. Sus amigos le estaban rogando que no fuera, pero él no escuchó. En su respuesta hacia ellos él mencionó que estaba listo a ser arrestado y hasta matado, siempre y cuando estuviese haciendo lo que fue llamado para hacer. Cuando sus amigos se dieron cuenta que no podrían controlar a Pablo dijeron la frase mencionada, “Que se haga la voluntad de Dios.”
Al observar esta situación sabemos que Pablo tomó la decisión correcta, no obstante, la más difícil. Sus amigos aceptaron el hecho de que no podían controlarle, ayudarle, alejarlo del peligro, cambiar el curso de su vida, ni prolongar las cosas que vendrían. Su último recurso era el de entregar el control a quien ya estaba en control, Dios.
He tratado de “ayudar” a otras personas. Les he dado consejos que no fueron tomados. Traté de mostrarles la dirección correcta, la más segura o la mejor. A veces, sabía que estaban haciendo lo correcto pero no quería verles heridos, como esta situación de Pablo. Pero a veces, les veía a punto de hacer algo prejudicial. Se estaban dirigiendo hacia un fracaso innecesario. Pero la realidad en todas estas situaciones es que yo no podía hacer nada, solo confiar en Dios.
Estoy seguro que tienes personas en tu vida que han hecho o están a punto de hacer algo que les herirá. Tal vez estén preparados para eso o tal vez no tienen ni la más mínima idea de lo que sucederá. De cualquier manera, no puedes controlarlos. No puedes protegerlos de todo, o mas bien de nada. Puedes dar consejos. Puedes advertirles con amor. Pero a la larga, realmente solo puedes confiarles sus vidas en las manos de Dios.
Hoy, ama lo mejor que puedas. Da consejo cuando se te pida. Protege a los demás en las maneras que puedas. Pero está claro de que todos vivimos en una mezcla de consecuencias de nuestras decisiones y la gracia de Dios. Solo podemos orar que vayan con Dios.
Robert & Rebecca Vander MeerLaArboleda.netEzekieslgrove.com