Vecinos

Publicado el 07 julio 2012 por Laesfera

Estoy feliz por haber comprado esta casa. Al principio mostré mis reticencias, pero finalmente mi marido me convenció y ahora vivimos en esta urbanización como dos marqueses. Con lo caro que está el metro cuadrado en España, doy gracias a Dios por haber encontrado semejante chollo. Oportunidades así solo ocurren una vez en la vida. Un millón doscientas mil pesetas nos costó en su tiempo. Menuda ganga.
Llevamos aquí más de veinte años y conocemos de sobra a todos los vecinos. Ahora están ampliando la urbanización. Se espera que en breve vengan muchos más inquilinos. El sitio es tranquilo, acogedor. Se respira paz y mucha tranquilidad, nada que ver con esas grandes ciudades plagadas de contaminación acústica y tráfico por todos los sitios.
La mayoría de los residentes son personas encantadoras. Están Laura y José, un matrimonio de Valladolid que llegó hace poco, pero con los que hemos trabado una gran amistad. Inés es mi mejor amiga y vive sola. Algunas tardes recibe la visita inesperada de su hija. Ella no suele quedarse mucho tiempo y con frecuencia se va llorando. Aunque Inés

lo niegue, sé de sobra que no se llevan demasiado bien. Es lo que tienen las relaciones entre padres e hijos. En ocasiones son muy difíciles.
A mi marido le gusta este lugar porque aquí reside gente de bien, personas sin prejuicios y de diferente condición social. Justo enfrente hay un escritor; pero también un médico, dos ejecutivos, un diseñador gráfico, una profesora de inglés, un exministro y hasta un yonqui. Pero no existe ninguna trifulca con él porque dice que está totalmente rehabilitado, que jamás volverá a probar las drogas. Sostiene que ésas son historias del pasado.
Quizá el único inconveniente que le veo a nuestro hogar es que es un poco pequeño y algo estrecho, pero eso se compensa con la calma y el silencio que reina en todo el barrio. Antiguamente, algunas parejas saltaban la verja de la urbanización por la noche y se dejaban llevar por la efusividad del momento tumbados en el césped. A veces, olvidaban llevarse los preservativos con regalo y las litronas de cerveza. Lo ensuciaban todo, pero el problema se solucionó cuando contrataron a Luis, el vigilante que vela por nuestra seguridad. Todas las noches patrulla por los alrededores y nos sentimos mucho más protegidos.
Hace poco, supe que mi hermano quiere venir a vivir con nosotros. Está harto de sus nietos y de que sus hijos le trasladen de una residencia a otra. Sé que en este lugar encajará muy bien, lo presiento. Aunque antes será imprescindible acometer una serie de reformas para ampliar nuestro hogar y esperar, a que de una vez por todas, termine con él ese dichoso cáncer de pulmón.
Texto: Rubén Gozalo

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