Llevamos aquí más de veinte años y conocemos de sobra a todos los vecinos. Ahora están ampliando la urbanización. Se espera que en breve vengan muchos más inquilinos. El sitio es tranquilo, acogedor. Se respira paz y mucha tranquilidad, nada que ver con esas grandes ciudades plagadas de contaminación acústica y tráfico por todos los sitios.
La mayoría de los residentes son personas encantadoras. Están Laura y José, un matrimonio de Valladolid que llegó hace poco, pero con los que hemos trabado una gran amistad. Inés es mi mejor amiga y vive sola. Algunas tardes recibe la visita inesperada de su hija. Ella no suele quedarse mucho tiempo y con frecuencia se va llorando. Aunque Inés
lo niegue, sé de sobra que no se llevan demasiado bien. Es lo que tienen las relaciones entre padres e hijos. En ocasiones son muy difíciles.
A mi marido le gusta este lugar porque aquí reside gente de bien, personas sin prejuicios y de diferente condición social. Justo enfrente hay un escritor; pero también un médico, dos ejecutivos, un diseñador gráfico, una profesora de inglés, un exministro y hasta un yonqui. Pero no existe ninguna trifulca con él porque dice que está totalmente rehabilitado, que jamás volverá a probar las drogas. Sostiene que ésas son historias del pasado.
Quizá el único inconveniente que le veo a nuestro hogar es que es un poco pequeño y algo estrecho, pero eso se compensa con la calma y el silencio que reina en todo el barrio. Antiguamente, algunas parejas saltaban la verja de la urbanización por la noche y se dejaban llevar por la efusividad del momento tumbados en el césped. A veces, olvidaban llevarse los preservativos con regalo y las litronas de cerveza. Lo ensuciaban todo, pero el problema se solucionó cuando contrataron a Luis, el vigilante que vela por nuestra seguridad. Todas las noches patrulla por los alrededores y nos sentimos mucho más protegidos.
Hace poco, supe que mi hermano quiere venir a vivir con nosotros. Está harto de sus nietos y de que sus hijos le trasladen de una residencia a otra. Sé que en este lugar encajará muy bien, lo presiento. Aunque antes será imprescindible acometer una serie de reformas para ampliar nuestro hogar y esperar, a que de una vez por todas, termine con él ese dichoso cáncer de pulmón.
Texto: Rubén Gozalo
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