Por la cabeza de alguien se debió pasar la siguiente pregunta: ¿para qué ganar fácilmente pudiendo hacerlo de la forma más increíble, rocambolesca y heroica de todas? No se si algo similar debió pasar por la cabeza de Nayim pero desde luego no le pudo salir mejor la idea fabricando un gol y un final digno de hemerotecas. Seaman adelantado, el balón que pasea entre sus pies y…
Veinte años y dos días (Falta de tiempo para escribir) contemplan aquella gesta del Real Zaragoza que, en un alarde de valentía y suerte a partes iguales, fue capaz de levantar al cielo de París una Recopa de Europa que no parecía sobre el papel destinada para ellos pero que cayó desde el aire en forma de parábola imposible. Aquel equipo no era ni mucho menos una casualidad pues no hay que olvidar que grandes jugadores del planeta fútbol aterrizaron en la Romareda entre finales de los ochenta y mediados de los noventa: Andreas Brehme, Frank Rijkaard, Chilavert o Cafu posteriormente. Zaragoza era un buen destino deportivo, un lugar competitivo. De hecho, durante la temporada 93/94, el Zaragoza disputó y venció la Copa del Rey frente al Celta de Vigo en la tanda de penaltis. Fueron sin duda grandes momentos para los maños que completaron además con una tercera posición en Liga y con partidos épicos como el 6-3 al F.C Barcelona o el 4-1 al Real Madrid. Todo parecía ir sobre ruedas, pero aun faltaba lo mejor.
Un joven Victor Fernández en el banquillo se sacó de la chistera un equipo eminentemente ganador. Llevaba tiempo avisando con una final de Copa del Rey, perdida contra el Real Madrid en 1993, y se confirmó al año siguiente. Y dicho sea de paso, aquella victoria frente al Celta les clasificó directamente para la Recopa de Europa, en donde no podían sospechar aun la noche mágica que les aguardaba.
Los héroes de París posan antes del partido
Pero para llegar hasta allí, hubo que solventar distintos escollos. El equipo funcionaba muy bien con la veteranía de Andoni Cedrún en portería, con una férrea defensa con Belsué, Cáceres, Aguado y Solana (por cierto, éstos últimos, protagonistas del famoso “Rafa no me jodas”), Santi Aragón, ex canterano del Real Madrid en la media, el saber hacer de Pardeza (Ex Quinta del Buitre) en banda, Nayim, Poyet de mediapunta, y el killer de aquellos años, el argentino Juan Eduardo Esnaider al que ya recordamos en su día cuando militaba en el Atlético de Madrid. Higuera, García Sanjuan, Geli, Juanmi o Gay entre otros, formaban también parte de aquel gran equipo.
El poco conocido Tatran Presov fue poco rival para los maños en Octavos de Final, no así el Feyenoord del eterno goleador Henrik Larsson que con un 1-0 en la ida, obligó a la remontada en el partido de vuelta orquestada en manos de Pardeza y Esnaider. Se llegaba así a semifinales con todas las opciones intactas. Esperaba el Chelsea y pese al cierto favoritismo rival, los londinenses encajaron en la Romareda un inapelable y sorprendente 3-0 que parecía encarrilar la eliminatoria. Además, Esnaider con un doblete, seguía de dulce de cara a puerta. No obstante, la vuelta en el viejo Stamford Bridge no fue un camino de rosas y sólo un solitario gol de Santi Aragón dio la tranquilidad necesaria a un partido que finalizó 3-1.
Y ya por fin en la final esperaba, eso sí, un duro escollo sin duda para las ilusiones mañas, el Arsenal F.C, el equipo gunner de la época pre Arsene Wenger. Un equipo físico y rocoso, fiel exponente del fútbol británico de la primera mitad de la década, representado por jugadores como David Seaman, Lee Dixon, Nigel Winterburn, Tony Adams, Ray Parlour o el gran goleador que ponía la dinamita arriba antes de que llegasen Bergkamp y Henry, el inglés Ian Wright. Para más inri, eran los vigentes campeones del año anterior tras haber derrotado al Parma (Quien te ha visto y quien te ve). Pero no era ningún problema, más de 20.000 seguidores del Zaragoza poblaban las gradas del Parque de los Príncipes de París animando sin parar, y la ciudad aragonesa era un hervidero de hinchas como pocas veces se ha visto.
Por el lado maño formaban Cedrún en portería, Belsué, Aguado, Cáceres y Solana en defensa, Aragón y Nayim en la media, bandas para Pardeza y Poyet, y Esnaider de nueve. El partido comenzó en la línea que cabía esperar sobre el papel con un Arsenal mejor plantado en el campo y una fuerte defensa a la delantera del Zaragoza escenificada en una dura patada de Hartson a Nayim que le costó la tarjeta amarilla. Tras pocas novedades hasta el descanso, la segunda parte vio a un equipo mejor pero el primer gran susto de la noche fue para los maños cuando Cedrún mide mal una salida y un balón colgado al área termina en remate de cabeza de Paul Merson que milagrósamente Belsué saca bajo palos. Con el sobresalto aún en el cuerpo llegó a la inversa la primera gran alegría de la noche a manos, cómo no, de Esnaider que remata en semi volea con la izquierda en la frontal del área un balón dividido y entra por el marco izquierdo. Un golazo en el minuto 68, pero quedaba demasiado partido…
Sólo diez minutos tarda en llegar el jarro de agua fría en forma de gol gunner. No era el mejor balón, de hecho más bien un tiro churro, muy forzado de John Hartson que, aunque cubierto por Belsué, consigue empujar el esférico lo suficiente como para ir rodando tranquilamente hasta la portería. Era el empate a uno que posteriormente desembocaría en la prórroga. Comienza la gesta…
La prórroga sí que vio definitivamente a un Zaragoza superior, más entero a nivel físico y que tuvo pronto su primera gran oportunidad en un buen cabezazo de Aguado que saca Seaman de forma milagrosa, rebota en el poste, rebota en el propio portero y finalmente ataja. Demasiada suerte en contra… Pero iba a comenzar a cambiar. Victor Fernández mueve ficha a cinco minutos del final y aunque la televisión anuncia el cambio de Nayim por Geli, es García Sanjuan el que abandona el terreno de juego. Este cambio táctico contiene la clave de todo. Geli pasa a ocupar la banda izquierda y Nayim, diestro además, se cambia a su banda natural. Sigue corriendo el tiempo en el reloj, tanto que ésto se acaba, pero un balón rechazado en el mediocampo de Andy Linighan cae a los pies de Nayim que en medio segundo va a pasar a la gloria del fútbol con un remate imposible desde cuarenta metros que pilla adelantado a Seaman (Y que se come con patatas, todo hay que decirlo). Es gol, gol en el minuto 120 de partido que da paso a la gloria más absoluta, porque no hay tiempo para más, porque es un auténtico golazo y porque el Zaragoza es nuevo campeón de la Recopa. Excepcional. El cambio de banda había proporcionado a Nayim el ángulo correcto para rematar a puerta con garantías un balón que se volvió mágico mientras surcaba el aire. Como bien titulaba el Diario Marca al día siguiente: “Este balón de Nayim lo guió la Pilarica.”
Veinte años y dos días después, sigue siendo un momento dulce, difícil de repetir y difícil de olvidar la estampa de Nayim logrando una parábola imposible a los cielos de París. Fueron muy grandes y desde entonces se les conoce como los “Héroes de París”. Y con razón. Una bonita historia sin duda del fútbol español.
DAVID ABELLÁN FERNÁNDEZ