Como si fuera un electroplasma, y lo que viera a través del cristal del cercanías fuera un mundo ajeno al mío, inicié un análisis global.
Se trataba de
una ciudad iluminada, pero cubierta de unas nubes que indicaban tormenta. Los edificios se perfilaban fríos y algo llamativos y los ciudadanos quedaban escondidos en el horizonte del skyline. Por la luz, parecía que estaba atardeciendo, pero el reloj aún no había marcado las tres.Como si al estudiarlo, pudiera no sentirme cuestionada, lancé una pregunta a Madrid, que como si de una persona se tratase, me contestó al segundo devolviéndome la mirada y respondiéndome con sus ojos, o quizás con los míos. Ante mi "¿qué le está pasando a esta primavera?", ella me respondió "velocidad".Mientras lo escuchaba, no paraba de darle vueltas, preguntándome si realmente lo que ha cambiado en esta primavera no ha sido ni el tiempo ni el espacio, sino la velocidad con que ha pasado, es decir, con la relación entre ambos conceptos. Quizás, sin habernos dado cuenta, se nos ha escapado, y ya estemos en otoño; y en un abrir y cerrar de ojos se "nos ha ido" la primavera; y las hojas van a caer, aún, sin haber nacido.Fue una conversación corta y en silencio, lo suficiente como para no enturbiar los pensamientos del resto de pasajeros pero sí los míos.Madrid, como eres.Cualquiera pensaría que lo tenías programado.