El giallo es un subgénero del cine de terror, puramente italiano -su nombre se debe al color amarillo de una serie de novelas de misterio muy populares publicadas en ese país a partir de 1929- que fue muy popular en los años 70. Esencialmente se trata de relatos de misterio, en los que un asesino enmascarado mata brutalmente a sus víctimas mientras el protagonista intenta descubrir su identidad y sus motivaciones. El giallo surge de la semilla de Psicosis (1960) de Alfred Hitchcock y tiene a Mario Bava como precursor -La muchacha que sabía demasiado (1963)- y a Dario Argento como gran maestro -Rojo oscuro (1975)-. A principios de los 80, el giallo ya estaba agotado por su propia sobreexplotación, pero en los últimos años hemos visto cómo varios autores han hecho homenajes a este subgénero -sobre todo a su estética- como las estupendas Maligno (2021) de James Wan, Última noche en el Soho (2021) de Edgar Wright, o el episodio Freddy de Paco Plaza en Historias para no dormir. Ahora, Álex de la Iglesia nos regala Veneciafrena, una película con claras referencias a este género de terror italiano, empezando por el emplazamiento de la historia, la turística, pero también decadente y misteriosa Venecia. El planteamiento es muy sencillo: un grupo de turistas españoles desembarca en un inmenso crucero en la ciudad de los canales en pleno Carnaval. Allí se encontrarán con un misterioso arlequín, que les perseguirá por motivos desconocidos. No puedo más que celebrar que el director de El día de la Bestia (1995) se haya decidido a hacer un giallo: su talento para la planificación, sus ideas visuales -el momento de la marioneta es estupendo- y su sentido estético le sientan estupendamente a este tipo de historias. De la Iglesia convierte Venecia en un lugar infernal, de callejones oscuros, recovecos mortales y pasajes secretos -esa puerta 'asesina'- transitado por turistas ataviados con disfraces de época que bien podrían ser fantasmas del pasado mezclándose con los vivos. Como es habitual en la filmografía del director, el diseño de producción es alucinante, con decorados fantásticos y sobre todo, con un psychokiller icónico, ese Bufón (Cosimo Fusco), que ya me gustaría ver protagonizando una saga slasher. Por otro lado, De la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría cumplen desde el guión creando personajes cercanos y creíbles, interpretados eficazmente por Ingrid García Jonsson, Silvia Alonso, Goize Blanco, Nicolás Lloro y Alberto Bang, que luego se convertirán en las necesarias víctimas del esperado festival de asesinatos. Veneciafrenia, además, tiene un trasfondo sobre el turismo de masas que está poniendo en peligro el patrimonio cultural que representa la ciudad italiana, lo que aporta un clima de hostilidad -estupendas las miradas de odio de los venecianos hacia los turistas, como de transilvanos en una peli de Drácula de la Hammer- que imprime tensión en el relato. Lamentablemente, en mi opinión el guión se pierde un poco en subtramas sobre una conspiración y en comentar la desorientación masculina frente al empoderamiento femenino. Hay, por otro lado, una idea muy interesante que se va desarrollando durante todo el metraje sobre el poder de la imagen en nuestra sociedad actual: ¿Podemos existir sin las imágenes? Por último, debo decir que, personalmente, me esperaba un final más festivo y sangriento, pero De la Iglesia y Guerricaechevarría han optado por arriesgar con un desenlace oscuro y anticlimático.
El giallo es un subgénero del cine de terror, puramente italiano -su nombre se debe al color amarillo de una serie de novelas de misterio muy populares publicadas en ese país a partir de 1929- que fue muy popular en los años 70. Esencialmente se trata de relatos de misterio, en los que un asesino enmascarado mata brutalmente a sus víctimas mientras el protagonista intenta descubrir su identidad y sus motivaciones. El giallo surge de la semilla de Psicosis (1960) de Alfred Hitchcock y tiene a Mario Bava como precursor -La muchacha que sabía demasiado (1963)- y a Dario Argento como gran maestro -Rojo oscuro (1975)-. A principios de los 80, el giallo ya estaba agotado por su propia sobreexplotación, pero en los últimos años hemos visto cómo varios autores han hecho homenajes a este subgénero -sobre todo a su estética- como las estupendas Maligno (2021) de James Wan, Última noche en el Soho (2021) de Edgar Wright, o el episodio Freddy de Paco Plaza en Historias para no dormir. Ahora, Álex de la Iglesia nos regala Veneciafrena, una película con claras referencias a este género de terror italiano, empezando por el emplazamiento de la historia, la turística, pero también decadente y misteriosa Venecia. El planteamiento es muy sencillo: un grupo de turistas españoles desembarca en un inmenso crucero en la ciudad de los canales en pleno Carnaval. Allí se encontrarán con un misterioso arlequín, que les perseguirá por motivos desconocidos. No puedo más que celebrar que el director de El día de la Bestia (1995) se haya decidido a hacer un giallo: su talento para la planificación, sus ideas visuales -el momento de la marioneta es estupendo- y su sentido estético le sientan estupendamente a este tipo de historias. De la Iglesia convierte Venecia en un lugar infernal, de callejones oscuros, recovecos mortales y pasajes secretos -esa puerta 'asesina'- transitado por turistas ataviados con disfraces de época que bien podrían ser fantasmas del pasado mezclándose con los vivos. Como es habitual en la filmografía del director, el diseño de producción es alucinante, con decorados fantásticos y sobre todo, con un psychokiller icónico, ese Bufón (Cosimo Fusco), que ya me gustaría ver protagonizando una saga slasher. Por otro lado, De la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría cumplen desde el guión creando personajes cercanos y creíbles, interpretados eficazmente por Ingrid García Jonsson, Silvia Alonso, Goize Blanco, Nicolás Lloro y Alberto Bang, que luego se convertirán en las necesarias víctimas del esperado festival de asesinatos. Veneciafrenia, además, tiene un trasfondo sobre el turismo de masas que está poniendo en peligro el patrimonio cultural que representa la ciudad italiana, lo que aporta un clima de hostilidad -estupendas las miradas de odio de los venecianos hacia los turistas, como de transilvanos en una peli de Drácula de la Hammer- que imprime tensión en el relato. Lamentablemente, en mi opinión el guión se pierde un poco en subtramas sobre una conspiración y en comentar la desorientación masculina frente al empoderamiento femenino. Hay, por otro lado, una idea muy interesante que se va desarrollando durante todo el metraje sobre el poder de la imagen en nuestra sociedad actual: ¿Podemos existir sin las imágenes? Por último, debo decir que, personalmente, me esperaba un final más festivo y sangriento, pero De la Iglesia y Guerricaechevarría han optado por arriesgar con un desenlace oscuro y anticlimático.