Venezuela: Fragmentación Familiar Por Migración

Publicado el 07 septiembre 2018 por Carlosgu82

El poeta Vicente Gerbasi escribió “Mi Padre el Inmigrante” en 1945, como recuerdo de quien huyendo de la guerra llegó a Venezuela a sembrar su vida de esperanzas:

“Venimos de la noche y hacia la noche vamos.
Atrás queda la tierra envuelta en sus vapores,
donde vive el almendro, el niño y el leopardo.
Atrás quedan los días, con lagos, nieves, renos,
con volcanes adustos, con selvas hechizadas,
donde moran las sombras azules del espanto”[1]

Este mismo poema puede servir de despedida a los millones de venezolanos que se han visto en la necesidad de migrar de Venezuela a otros países, tras la búsqueda de esperanzas que se sienten trucas en estas tierras. Las modestas cifras de la ONU estiman que alrededor de 2,3 millones han salido del país, para junio de 2018.[2] Sin duda alguna esta constituye el éxodo más grande que ha existido en la historia venezolana, iniciada en los últimos años de la gestión gubernamental del Presidente Chávez, cuando por entonces circuló un video de personas de clase media alta que empezaron a partir para vivir en otras latitudes, hubo entonces muchas burlas con una de las expresiones que se hizo más célebre expresada por uno de los entrevistados: “es que me iría demasiado”, entonces se asumió con chaza e ironía, como una actitud pequeñoburguesa, innecesaria. Luego sin embargo, tomó otras dimensiones.

En Venezuela la situación se agudizó de tal manera que las personas asfixiadas económicamente, cada vez cerrándose más el cerco tanto económico, como político y social, terminaron tomando la decisión de migrar de Venezuela, y el aislamiento se tiende de diferentes maneras: uno por la deficiencia y el mal servicio del transporte público, tanto gubernamental como privado, que hasta ahora ha llevado incluso a que muchas personas con camiones (350, 750 o cavas) a presentarse como transporte urbano y extraurbano alternativo; dos por los altos costos de transporte, cuando existe, así como los incrementos sin aprobación legal, y sin ninguna regulación de parte del Estado ni del gobierno; tercero la ineficiencia e ineficacia de controles sobre la movilidad interna, así como de la falta de efectivo para el pago del transporte sin que exista otra forma de cancelación.

Este éxodo u oleada migratoria tiene claro incremento a partir de 2016, con la agudización de la crisis económica y política venezolana, empezó entonces otro capítulo inédito de la historia de este país que tradicionalmente, por sus extraordinarios ingresos generados a partir de la renta petrolera, se enviaban remesas de dinero a diversas partes del mundo. A partir de entonces, esta oleada migratoria comenzó a mandar dinero a los familiares que se quedaban en estas tierras, de proveedores de remesas se empezó a usufructuar las mismas.

Es muy posible que gran parte de la economía venezolana de 2016-2018 se sustente en estas remesas que ingresaban de los migrantes, otra parte importante lo constituyó las fuentes alternas con el internet que mucho jóvenes, nativos digitales, dominaban a la perfección y montos que no eran significativos en momentos de altos ingresos per cápita tomaron una considerable dimensión, por ejemplo un muchacho con una PTC, puede hacer fácilmente dos dólares diarios, entonces el sueldo básico mensual era de menos de 1$ y en la actualidad equivale a dos salarios básicos mensuales y que duplican el establecido por el gobierno a partir del 1 de septiembre de 2018 que alcanza a 1$ diario, es decir medio Petro mensual y para esta fecha 7 de septiembre de 2018, se aprobó una tabla salarial única para la administración pública con ese considerando el salario básico de 1.800 BsS, cuyo ingreso más alto no alcanza a dos salarios básicos, es decir una persona que haya hecho carrera en la administración pública de por vida no alcanzará a obtener vivir dignamente nunca. Son sueldos para no morirse de hambre, pero no para vivir dignamente; sueldos de miseria que la hiperinflación continua consumiéndose precaria economía del venezolano. Y ni hablar de comprar zapatos o ropa, que se hizo inalcanzable para la mayoría oprimida y explotada.

Tras la búsqueda de alternativas para la vida, la esperanza y la alegría de vivir se fueron estos venezolanos. Sin embargo, poco se ha dicho del significado de esta migración a nivel de la fragmentación familiar y muchas veces de su desintegración. Esposos o esposas que se fueron dejando a su pareja e hijos. Hijos que se quedaron solos porque contaban con uno sólo de sus padres y partió, dejándolos con algún familiar o amigo cercano. Podrán solventar el hambre y las necesidades con las remesas, pero no habrá el amor, el calor humano, de la perfecta compañía familiar. Escribió un padre con 4 meses fuera del país:

“Aquí vivo bien, pero estar lejos de quien amas es estar muerto en vida, te juro cada día vivido sin mis hijas es solo un día más en el calendario es la vida de un cuerpo activo y un alma inerte. Sabes llevo en el alma un dolor muy grande por haber salido de mi tierra, y mayor dolor por salir sin mis hijas y padres. No sé cuándo será la hora en que les vuelva a ver, a abrazar y brindar bienestar delcalor humano, tanto a ellas como a mis padres y hermanos; mí creencia me da la convicción de que lo haré, pero solo Dios sabe si tendré esa oportunidad”[3]

Desgarradoras palabras que deben ser común denominador. No menos dolorosa el sentir de la madre que ve partir a su hijo en busca de una ilusión, de una  esperanza, de una mejoría que aquí no está cerca de encontrar, con el alma partida en dos pedazos, y muchas veces argumenta con el dolor de la distancia, es mejor que esté allá, porque aquí no se ve luz todavía. De la universidad donde trabajo, conozco varios casos de jóvenes que se fueron porque un familiar cercano (padre, madre, hermanos) tenían alguna enfermedad crónica y partieron para poder cubrir los tratamientos. ¿Cuál es el dilema vital de saber que deben estar lejos, porque con los ingresos en Venezuela no podrían cubrir los costes, pero que asimismo no pueden darle la compañía y atención directa?

A estas alturas el gobierno ha hecho un llamada a para crear un “puente aéreo”[4] que permita el retorno de los compatriotas que se han ido y, ciertamente, ha regresado algunas centenas, pero continúan saliendo al menos dos mil diariamente.

Con razón la Agencia de la ONU para Refugiados (ACNUR), en la “Nota de orientación sobre el flujo de venezolanos”,[5] solicita a los estados miembros que el trato de Refugiados a los venezolanos migrantes, con acceso y facilidad de tramitar legalmente su estancia en cada lugar, siguiendo cada uno de los marcos legales regionales, pero morigerando sus trámites bajo protección del derecho internacional de los derechos humanos, tanto para la legalidad, acceso y permanencia como para la cobertura de los servicios básicos a la atención médica, educación, unidad familiar, libertad de circulación, acceso al albergue, trabajo; así como la garantía de no retorno por deportación o expulsión. De igual forma se presenta el acceso al procedimiento de asilo como medida que debe ser facilitada y agilizada. Representantes del gobierno niegan el impacto de la migración, descalifican a toda persona que ha tomado la decisión de partir en busca de oportunidades de vida.

A estas alturas, al conversar con cualquier persona, indistintamente de su condición social, casi invariablemente tiene un familiar que ha migrado, y este éxodo es el más grande que se ha registrado en la historia venezolana, cuyo impacto psicológico es digno de estudiar tanto en quien migra compulsivamente como en quien se queda, marcado por un apartida materialmente obligada. Es un capítulo inédito hasta ahora. Quizás las esperanzas indiquen que más pronto que tarde podremos decir con los migrantes “Vuelta a la Patria”, junto a otro gran poeta, José Antonio Pérez Bonalde:

¡Tierra! grita en la prora el navegante

y confusa y distante,

una línea indecisa

entre brumas y ondas se divisa.

Poco a poco del seno

destacándose va del horizonte,

sobre el éter sereno

la cumbre azul de un monte;

y así como el bajel se va acercando,

va extendiéndose el cerro

y unas formas extrañas va tomando;

formas que he visto cuando

soñaba con la dicha en mi destierro.[6]

[1] Vicente Gerbasi. Mi padre el inmigrante. (Caracas, Monte Ávila Editores, 1986).

[2] Ver: https://www.lanacion.com.ar/2162414-el-exodo-imparable-ya-son-23-millones-los-venezolanos-que-huyeron-por-la-crisis

[3] Mensaje de Telegram, 02-09-2018, reservo el nombre del autor.

[4] Ver https://www.cubanet.org/venezuela/maduro-pide-crear-puente-aereo-retorno-venezolanos-emigrantes/

[5] http://www.refworld.org.es/pdfid/5aa076f74.pdf

[6] José Antonio Pérez Bonalde,  Vuelta a la patria y otros poemas. (Caracas, Fundación Editorial El Perro y La Rana, 2006).