“Una monstruosidad”, estas fueron las primeras palabras del ministro de Interior y Justicia, Miguel Rodríguez Torres, sobre el lamentable asesinato del joven diputado del PSUV, Robert Serra, hecho que condenamos de la manera más enérgica, uniéndonos a las miles de voces que exigen una investigación seria e imparcial, donde se le muestre a los venezolanos los responsables, sin adelantos de juicios de valor que en nada contribuyen al esclarecimiento del caso. El móvil del asesinato les corresponde a las autoridades determinarlo, lo que si merece una reflexión son las condiciones en las que Robert y miles de jóvenes más están muriendo en Venezuela.Nuestro país vive una monstruosa realidad, usaré la misma palabra del ministro Rodríguez Torres, nos tocó vivir la era de la Venezuela de padres sin hijos, de hijos sin padres, de familias separadas para siempre, de sueños robados. Vivir en el luto eterno que significa llorar al amigo, al que creció con nosotros, al hermano, al compañero de clases. Lloramos también a quienes escapan de esta persecución en la que nosotros decidimos quedarnos hasta el final, esperando que ese final no sea el nuestro, sino el termino de esta guerra a la que llegamos sin decidirlo.Un estudio revelado recientemente por UNICEF, revela que el homicidio es la principal causa de muerte entre los jóvenes venezolanos, en criollo: no están matando y allí no importa color político, cargo, religión o condición social. Encabezamos con El Salvador y Guatemala los países con más violencia juvenil de la región. Me niego a aceptar que no haya ni una explicación, sino nuevas teorías y excusas.Lo que sucedió esta semana, de nuevo hace visible el nombre y oculta tras un macabro balance semanal miles de historias que también merecen atención. La madre que pide justicia divina frente a la morgue cansada de esperar por la justicia de los hombres tiene que recuperar la confianza en las autoridades. El Estado está en la obligación de acorralar al malandro, para que sea el delincuente el que viva con miedo a la ley y no los ciudadanos con miedo a los delincuentes.De todo lo que padecemos, me preocupa el discurso, la irresponsabilidad con la que se acusa y se levantan hipótesis cuando el caído está del lado de quienes gobiernan. No quiero pensar que esté primero su afán por ocultar la realidad y mantenerse en el poder, antes que la vida de todos ¿Cuándo llegará el día en el que asuman responsabilidades? No es necesario ser opositor para darse cuenta del problema, solo hay que usar el pensamiento lógico, tras casi dos décadas en el poder, no puede ser que la culpa de todo la siga teniendo la “derecha”.No se nos puede decir que el hampa común es dirigida desde Miami, eso es matar dos veces y acabar con la esperanza de justicia. Robert y las miles de víctimas de la violencia merecen respeto, igual atención, debemos convertirnos en voz de aquellos que no logran ser escuchados, porque son lanzados al olvido detrás de una estadística.Quienes son asesinados son víctimas de la impunidad y quienes sobrevivimos somos víctimas de la mentira. Abogo por un país donde la vida tenga valor, la palabra sea respetada y donde la paz sea más que un anhelo, sea una realidad. A mí la violencia no me detiene, me moviliza a seguir trabajando para que las balas no nos sigan arrebatando el futuro, estoy seguro no estoy solo en este camino.Fuente: www.runrun.es