Llamando la atención
La nación venezolana está en guerra. Por ahora, una guerra no convencional o de baja intensidad, que se caracteriza, entre otros factores, por un uso limitando de la violencia militar y de las armas de guerra. Un predominio, por ahora, de la guerra económica, la guerra mediática, las operaciones de guerra psicológica y muy particularmente de las iniciativas políticas y diplomáticas. Según la evolución de la guerra, la dirección imperial puede modificar la relación entre las formas de lucha y la guerra puede pasar al uso de las formas predominantemente militares. Pero nunca la guerra económica, la guerra mediática y las operaciones de guerra psicológica van a desaparecer.
El objetivo final, es la caotización de las sociedades, de los pueblos, de tal manera que no vuelvan a ser una unidad política, cultural, territorial, que pueda dar origen a una integración regional soberana, solidaria y antiimperialista. La desintegración, la recolonización es el objetivo.
Primera parte
Geopolítica del caos y la destrucción de los Estados soberanos
Esta es una geopolítica que no sólo se propone reconfigurar y recolonizar el mundo derrocando gobiernos, asesinando líderes sociales y políticos como se hizo en el pasado. El gobierno de un Estado soberano, no sólo puede ser derrocado y su presidente asesinado. Eso no es suficiente. En tiempos de la globalización neoliberal y hegemonía del capital financiero, es necesario que el mundo se reorganice en correspondencia con las necesidades del capital transnacional. Este capital tiene el poder y el derecho de dibujar las fronteras que convengan al proceso de acumulación de capital. Por tanto, se va haciendo enemigo de los estados soberanos, que han establecido fronteras propias y han creado una sólida cultura nacional vinculada a la existencia de fronteras identitarias de carácter histórico.
Más serio es el caso de aquellos países cuyo liderazgo influya decisivamente en procesos de integración regional de países soberanos, lo cual obstaculiza aún más la necesidad del capital transnacional en fijar sus propias fronteras en correspondencia con las exigencias de conformar territorios que no estén determinados por fronteras diferentes a las demandas de un mercado mundial que se va expandiendo estableciendo sus propios límites y requiere derrumbar cualquier limitación establecida por motivos diferentes a las del propio proceso de acumulación de capital.
Por esta razón en otros trabajos he dicho que el obstáculo para la profundización de la transnacionalización del capital son los Estados soberanos, que no están dispuestos a modificar sus fronteras por intereses diferentes a los de la propia soberanía. Concepto de soberanía que, según mi visión, el Presidente Chávez desarrolló como soberanía solidaria e interdependiente. Es decir, yo soy un Estado soberano porque tú lo eres y nos integramos sobre la base de que ambos reconocemos la soberanía de cada quien, que conduce a reconocer los intereses comunes y a respetar las diferencias. Así surgió el Alba, la Unasur, la Celac, el Asa (América del Sur-África), la Aspa (América del Sur-Países árabes), Petrocaribe, etc.
El poder mundial necesita destruir estas asociaciones y particularmente a los países que han funcionado como promotores y organizadores de esos procesos de integración. Ese es el caso de Venezuela y la radicalización de la amenaza que en nombre del poder mundial, EEUU impulsa contra nuestra patria. En ese proceso estamos y EEUU no va a desistir de la batalla. No habrá tregua.
Un proceso de destrucción cultural
La necesidad de reconfigurar las fronteras establecidas a través de la historia y la conformación de los pueblos y los diversos procesos identitarios vividos, en función del desarrollo de acumulación de capital a escala mundial, ha planteado un proceso de destrucción cultural del que los medios de información privados, no solo no dan la debida difusión, sino que son una parte activa de dicho método de destrucción cultural.
¿Cuánto ha perdido la humanidad en los bombardeos en la antigua Mesopotamia durante la guerra de Irak, en Siria y todo el medio oriente, África… Ya vivimos el incendio de la biblioteca de Alejandría, pero más recientemente, en 2003, el incendio de la biblioteca de Bagdad, ante la mirada impasible de las tropas estadounidenses. Pero ya habíamos conocido en 1933 la quema de libros, organizada por Goebbels, ministro de propaganda de Hitler, en la Bebelplatz de Berlín. Se hizo famosa la frase, que se le atribuye a Goering, otro líder nazi: “cuando escucho la palabra cultura, saco mi pistola”. Lo que viviríamos en la República Bolivariana de Venezuela, ante una intervención imperial, sería, entre otros crímenes, una ilimitada destrucción cultural, para que las generaciones futuras, no tengan como recordar y como reconocerse, a través de nuestra rica, variada y múltiple creación cultural.
La geopolítica del caos global, planetario: una opción ante la guerra nuclear
EEUU, en nombre del poder mundial, tiene décadas sometiendo a la humanidad al chantaje nuclear. Sin embargo, cada vez más el equilibrio nuclear entre las distintas potencias mundiales, obliga a poner sobre el tapete el tema de la destrucción mutua asegurada, que ellos llegaron a pensar que podrían saltarse a través de una guerra nuclear, que, según un alto vocero del pentágono, duraría minutos. Aun cuando la vesania criminal sigue siendo la misma, la relación de fuerzas que se viene desarrollando en el mundo los ha llevado a replantearse el camino de profundizar el caos global, el caos planetario, que no es una opción nueva, pero que ha venido siendo cada vez más sofisticada, violenta y criminal se generalizaría como una manera de enfrentar a los países y asociaciones de naciones soberanas enemigas de la expansión imperial. Es lo que estamos viviendo.
En otros ensayos (Estrategia Imperial de Guerra Permanente, publicado en mi libro Geopolítica de la Liberación), he dicho que la cúpula militar-financiera que gobierna el mundo, ha llegado a plantearse que si logra una superioridad notable en materia de ciencia y tecnología o cree que la está logrando, podía lanzarse en la aventura de una guerra nuclear y, según ellos, ganarla.
Creo que, sin abandonar esa creencia, vienen moviéndose en otra idea estratégica como la creación de un caos global, planetario, que podría ser llevado, incluso, hacia Rusia y China a través, entre otros medios, del fundamentalismo islámico, que puede ser estimulado en las regiones de cultura islámica que existen en esos dos países.
Su acción está siendo pensada y puesta en práctica en regiones de Asia, África y en la zona latinocaribeña. La idea es destruir y caotizar los estados soberanos convirtiéndolos en estados fallidos, incapaces de llevar una existencia libre de violencia, hambre, desorden, con servicios públicos que sólo funcionarían para las élites sociales que puedan pagar servicios privados, convertidos en otra fuente de acumulación de capital.
La guerra, como expresión planetaria, se viene imponiendo a través de la cultura de la muerte, como “hombres” que son lobos del “hombre”.
Están tratando de crear una situación de sálvese quien pueda, desatando todos los demonios del individualismo extremo, combustible esencial del fascismo, tratando de ponernos a pelear por un vaso de agua, un plato de lentejas (como se dice en el testimonio bíblico), tratando de desterrar todo vínculo solidario y de cooperación, no sólo entre las personas, sino también entre las naciones. En las naciones, impulsando el nacionalismo extremo, que rompa con la visión de la soberanía solidaria (base de la integración regional que impulsó el Presidente Chávez, fundada en el reconocimiento del otro, el respeto a las especificidades regionales, a la diversidad y a través de ellas reivindicando lo común), y poniendo en el primer plano las disputas territoriales que conducen a conflictos fronterizos, a las peleas por un pedazo de tierra, que se va convirtiendo en tumba de jóvenes, niños, adultos y viejos.
En el culto a los crímenes horrendos, a las muertes por descuartizamiento y a la mezcla de restos humanos de diversas personas, que, colocados en bolsas, es lo que se les devuelve a los familiares. Al uso de la sierra eléctrica para mutilar a las personas sembrando miedo y terror. Es decir, el destierro del amor altruista, la siembra del odio y el rechazo a la convivencia humana convirtiéndonos en fieras desbocadas entregadas al asesinato, al engaño, a la traición, a cualquier forma de violación, incluida, quizás la más abyecta, la violación sexual, en fin, a la condena de la solidaridad, de la cooperación, de la vida compartida con amor y sentimientos nobles. Este es el conjunto de valores que se va difundiendo e imponiendo. El comportamiento de cada persona, de cada grupo social, ante esta forma de violencia, seguramente no será el mismo. El punto es que se vaya tolerando, se vaya aceptando, es decir, aun cuando no se esté plenamente de acuerdo, se soporte, se justifique…
La clave es generar la aceptación a través del miedo, el terror, la indiferencia. O un cierto anhelo de clase media y clase alta, que a través de operaciones mediáticas y de guerra psicológica se trata de extender hacia toda la sociedad, es decir, un imposible anhelo hacia una rutina de paz y “tranquilidad”, cuando vivimos una guerra no convencional, cuando la sociedad está sometida a las amenazas mas serias de guerra y salvajismo. Una especie de “aminoísmo”, cobertura del egoísmo y la indiferencia, que lleva a la defensa de una paz individual egocéntrica, imposible de sostener en un país amenazado y acosado por las fuerzas imperiales. Algunos sectores pueden preferir congraciarse con el agresor y tratar de ganar una indulgencia muy difícil de sostener en las condiciones de guerra que vivimos.
Ese es el futuro que el poder mundial viene diseñando para Venezuela y es lo que viene poniendo en práctica sobre todo a raíz de la muerte del Presidente Chávez. Estos son los antivalores que se difunden a través del cine, las redes digitales (que es como yo nombro a las llamadas redes sociales, que suelen ser antisociales), la TV, las telenovelas y radionovelas, en las universidades y en general, a través de la educación, de la cultura. Una cultura de la muerte contra la cultura de la vida.
Lo que se viene tratando de crear es el sentimiento de que es preferible matar a otro, robarlo, traicionarlo, vejarlo, torturarlo, echarlo a la calle antes de que él, ella o ellas, o ellos, lo hagan con nosotros ¿No es esto lo que viene brotando impulsado por la derecha extrema, en ciertos sectores de la sociedad, los que se atrevieron a quemar personas, a propinar palizas…? ¿No es esto la instauración del fascismo? Estamos a tiempo de impedir que esto se vaya generalizando.
En fin, de lo que se trata es de que las naciones y las poblaciones se caoticen, se desintegren y no puedan volver a existir como estados, como naciones soberanas, sino como conglomerados anarquizados, incapaces para tomar decisiones colectivas, unitarias. Libia es uno de los ejemplos más emblemáticos.
Caracterizar la intervención
Sobre esto he insistido en otros artículos. Es necesario tener presente que esta es una operación planeada políticamente en todos sus detalles. Incluso, la intervención armada se dará en función de un planeamiento político detallado y con un encubrimiento mediático permanente. La verdad aparecerá disimulada utilizando la guerra mediática y operaciones de guerra psicológica. No vamos a ver “marines” desembarcando y atravesando las costas de nuestra patria o nuestras fronteras terrestres, a menos que sea extremadamente necesario. La intervención va a ser lo más encubierta posible. Usando mercenarios como en Siria y otros lugares, fuerzas de otros países (de Colombia, por ejemplo). Esas fuerzas portarán su uniforme o entrarán como paramilitares o utilizando configuraciones mixtas. En fin, llegado el caso, todo ocurrirá según las necesidades políticas y militares.
Se va a agudizar la escasez y el desabastecimiento, el sabotaje a los servicios públicos (transporte, agua, salud, educación, seguridad, etc.), la propaganda de guerra y las operaciones de guerra psicológica.
La crisis humanitaria está siendo provocada para utilizarla como excusa para profundizar la intervención
A través de los últimos años se viene creando en Venezuela una grave crisis social, que ha sido difícil de enfrentar. Mientras avanza la crisis social generada por la escasez inducida, la especulación con los precios y diversas maniobras empresariales, se agudiza una campaña para estimular los comportamientos individualistas y egoístas. Es decir, las salidas que desestiman las soluciones colectivas, para todos.
Precisamente, como la cobertura principal de la intervención es la de una crisis humanitaria, se van a instalar campamentos “humanitarios” en la frontera con Colombia como una operación típicamente militar encubierta: en la frontera y en toda Venezuela se van a agudizar todas las carencias (reales o imaginarias) de comida, de agua, de medicinas, etc. para estimular emigraciones masivas hacia el otro lado de la frontera donde se tendría organizada toda clase de asistencia, lo que aparte de ser una poderosa arma de propaganda política y mediática, rebajaría la capacidad de resistencia por parte de la población, llevando a que por lo menos algunos sectores celebren la intervención como la salvación con respecto a la dictadura chavista-madurista y lejos de oponer resistencia, huyan hacia el otro lada de la frontera celebrando y blasfemando al gobierno y en particular al presidente Maduro y convirtiéndose en base de apoyo para los enemigos de la patria.
Los secuestros, los atracos, el microtráfico de drogas, los microcréditos para “auxiliar” a sectores de la población, que de esa manera quedarían atados mediante la deuda a los agentes de la intervención. Simultáneamente, se incendiarían depósitos de comida, de medicinas, se sabotearía la trasmisión de energía eléctrica, de agua, el metro y otros medios de transporte. En fin, una estrategia de caos, miedo, terror… No sería extraño que proliferen los crímenes horrendos, con descuartizamientos, violaciones y hechos similares incluidos para deteriorar más la moral y el espíritu de resistencia. Eso ya está ocurriendo.
Ese plan puede tener un punto culminante hacia el mes de abril, en torno al 22 de ese mes, cuando se llevarían a cabo las elecciones para presidente de la república.