Venganza

Por Mamaenalemania
Aunque a veces no lo parezca, yo soy una inocentona. Me lo creo todo, o por lo menos su posibilidad de ser verdad, y para más inri suelo defenderla.
Para que se hagan una idea, yo siempre defenderé el posible fetichismo vintage de Alfonso Díez o que quizás sea verdad que Ana Obregón se matriculó en Biología.
La abogada de los pleitos pobres me ha llamado mi padre toda la vida, ya ven.
El Maromen, todo adorable que es él, dispone de un filón de diversión sin fin en esta mi inocencia de serie y de vez en cuando decide echarse unas risas a mi costen. Tan pronto un día me dice que la biocuñada viene a pasar una semana a casa y que ha reclamado nuestra matrimonial cama a causa de una lumbalgia incipiente y dolorosa, o me cuenta que se tiene que ir mañana mismo 4 semanas a la Antártida, o me comenta de pasada que su íntimo amigo el desastroso necesita un sofá ande caerse muerto durante los próximos meses.
Pues vaya inocentona si se lo cree, pensarán uds. Y tendrían toda la razón si yo viviese en una familia normal que hace cosas normales. Pero en un entorno en el que se llegó a plantear el transporte de mis colchones al bodorrio del año, qué quieren que les diga, una ya se espera cualquier cosa.
E implosiona, claro.
Normalmente empiezo apretando la mandíbula a la par que humeo por las orejas y acabo gritando por toda la casa que ni de koñen, que por encima de mi cadáver y varios improperios más que no reproduciré aquí por eso de que estamos en horario infantil o uds. en la oficina y no es plan.
A Maromen le gusta esperar hasta el último momento, ese en el que tengo bien colocado el cuchillo de cocina y me dispongo a que se caiga en su pie derecho, sastamente a la altura del pulgar, para empezar a desgañitarse de la risa. Casi siempre se merecería igual el accidente, no se crean, pero el alivio ha sido en todas las ocasiones tannn grande, que sólo me acuerdo de respirar.
Mas como siempre pasa cuando se juega con fuego, uno se acaba quemando y esta vez el señor puso toda la manaza en la vitrocerámica.
No se asusten que no le he acuchillado.
He hecho algo todavía peor.
Y no era para menos, que se llevó al del Rizo con un pie hinchazo, azul y recién pillado al hospital y desde allí me llamó para darme la terrible noticia: Se lo ha roto. Stop. Esperamos escayola. Stop. No podrá andar los siguientes 15 días. Stop.
Cuando más de una hora después aparecieron tan panchos con los mofletes bien impregnados de restos de helado, mi cara era una poema. Llamadas varias, whatsapps a tutiplén y algún que otro mail para desmentir la terrible noticia, eran contestados unánimemente por mátale-s seguidos de diversas propuestas, todas ellas lentas y dolorosas.
Pero no me dejé llevar. Me costó, pero no me dejé llevar. La venganza es un plato que se sirve frío y a ser posible caducado, para que se indigeste bien.
Mi señor Marido, especímen común del genéro masculino, se olvidó rápidamente del asunto. Pero yo señores soy Ejcorpio de pies a cabeza y, por mucho que no me crea ná de predicciones y juicios astrológicos, tengo que reconocer que esa cualidad que nos atribuyen del rencor y la vengatividad la tengo a puñaos.
Y una semana y pico después...
Cariño... ¿Te acuerdas de aquella noche en Menorca, la de los gin tonics y confidencias? le dije así, poniendo como cara de preocupación.
Ja klar que me acuerdo... ¿Por qué? ¿Te apetece una copa?
Cariño, son las 12 de la mañana...
Ah. Klar... ¿Esta noche?
Ejem... verás... estooo...es que me temo que no voy a poder beber hasta dentro de unos meses...
¿Y eso?
Pero entonces comprendió lo que le estaba diciendo y abrió mucho la boca, le aconjuntó los ojos y se apoyó en el primer niño que pasó para no caerse.
Conseguí aguantarme la risa (malvada) durante 3 días, que ya es. Pero el cuarto, cuando volvió del supermercado sin jamón y me dijo con un deje ilusionado que igual esta vez era niña, no me pude controlar.
Como imagino que ya comprenderán, me llamó de todo menos bonita. Lo que ahora no sé es si dejará de tomarme el pelo o su venganza será terrible...