El 24 de mayo, se cumplirán 33 años desde que Enrique Sánchez, primo de la madre de la niña Anabel Fernández Sánchez, de cuatro años, la engañó, la llevó a una finca cerca de Granada donde intentó violarla, la asfixió y aún con vida la tiró a un pozo en el que murió ahogada.
Hoy viernes hará una semana que Juan José Fernández, el padre de Anabel, que es carnicero, se encontró en una calle de Granada con el asesino, que llevaba ya muchos años libre, y se lanzó sobre él con uno de sus cuchillos; si no hubieran estado cerca unos policías lo habría matado.
El ogro había sido condenado a 40 años de cárcel, 28 años por asesinato, nueve por violación y tres por abusos deshonestos.
Pero salió a la calle, se supone que rehabilitado, aunque el padre de Anabel no rehabilitó su pérdida.
Lleva sufriendo esos 33 años cuando aún faltan siete para que Enrique Sánchez hubiera cumplido su condena, que quedó realmente en poco más de la mitad.
Hay leyes tan “humanitarias” emanadas de una Constitución buenista con los criminales que logran que haya personas como este padre para las que la única justicia es la venganza, pues los tribunales y las leyes penales les traicionan, también a la sociedad.
Cuánto dolor durante 12.012 días, hora tras hora, acumuló para su venganza ese padre, que quizás si el asesino hubiera cumplido los 40 años de condena podría descansar, por fin.
Poco más de veinte años en prisión por algo tan horrendo es invitar a que se venguen quienes quedan destrozados por mucho más tiempo incubando justa ira y comprensible odio.
Hay crímenes que, más que prisión permanente revisable, exigen la perpetua, como en varias democracias de la UE.
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SALAS
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OTRAS COSAS. MAÑANA LO REPETIRÁN EN LA FINAL DE LA COPA DEL REY