Venta de bonos a Goldman Sachs: datos políticos esenciales

Publicado el 30 mayo 2017 por Jmartoranoster
William Serafino Según el medio financiero estadounidense The Wall Street Journal (WSJ), en un artículo publicado el día de ayer 28 de mayo, el Banco Central de Venezuela (BCV) habría concretado a través de un corredor financiero la venta del bono Pdvsa 2002 con el banco estadounidense Goldman Sachs. El medio afirmó que el BCV recibiría aproximadamente 865 millones de dólares por la operación, con base a un descuento del 31% sobre el precio del instrumento que vence en 2022 y ostenta un valor de 2 mil 800 millones de dólares. El bono emitido en 2014 había sido adquirido por el BCV luego de la emisión realizada por Pdvsa.
Ahora bien. En este punto del conflicto y en el marco de las complejidades que lo componen, poco tiene sentido referirse únicamente a los aspectos técnicos y financieros de la operación sin observar con detenimiento lo verdaderamente importante: sus implicaciones políticas.
Vamos por partes.
1. El chantaje parlamentario de la oposición. Buena parte de la actividad legislativa del parlamento venezolano dominado por el antichavismo ha consistido en boicotear las operaciones financieras de la República y sobre todo de Pdvsa.
El punto clímax de esta maniobra se ubica en la carta enviada hace unas semanas desde la presidencia de la Asamblea Nacional (AN), liderada por Julio Borges, a más de una decena de bancos internacionales para exigirles (con tono de amenaza) que no prestaran dinero al Gobierno venezolano, ya que según la oposición además de ser “ilegal” e “inmoral” estarían apoyando a una “dictadura” conectada con “el terrorismo y el narcotráfico”.
Incluso Borges ha amenazado a Goldman Sachs con no reconocer sus inversiones en su supuesto gobierno de la MUD. Una pésima señal al mercado financiero sobre los beneficios que ofrece la “transición” a importantes actores del mundo financiero global.
El chantaje político y legal del antichavismo en el parlamento quedó sin efecto a la luz de esta operación, poniendo en relieve no sólo su poca capacidad de influir en las decisiones de grandes entidades financieras, sino la estridencia de una derrota política donde se concentra buena parte de sus activos políticos: el descontento de la población mediante la aplicación de estrategias de guerra económica y financiera.
Nuevamente quedan desautorizados por actores de poder político y económico mucho más pesados que no los toman en cuenta.
2. Falsedades varias. Aunque el comportamiento subnormal de algunos economistas opositores intenta imponerse, incluso negando la versión del WSJ, la transacción no fue realizada directamente entre el BCV y Goldman Sachs.
Según RT en español, un banco radicado en el Caribe compró el bono Pdvsa 2022 al BCV, delagando posteriormente en un corredor la negociación de dichos papeles en el mercado, donde el banco Goldman Sachs finiquitó la compra. El BCV no estuvo involucrado en la operación directamente, como tampoco en la decisión de quien sería el comprador final.
Por otro lado, asumir que el Gobierno “claudica en sus principios” porque el BCV hizo un negocio indirecto con la banca estadounidense en un momento económicamente complejo para el país, es igual de estúpido que negar la épica de Fidel Castro únicamente por permitir que la cadena Meliá instalara hoteles en Cuba o negar el papel histórico de Hugo Chávez porque Pdvsa seguía vendiendo petróleo a Estados Unidos.
Habría que preguntarse si con panfletos ideológicos Fidel contuvo el hambre durante el período especial o si Hugo Chávez pudo crear las misiones para sacar de la extrema miseria a millones de venezolanos.
El dinero (expresado en forma de deuda o exportaciones) es un asunto del capitalismo como único sistema social, cultural y económico de escala planetaria, donde nadie escapa. Eso ya estaba definido antes de que naciera Fidel o Chávez.
Qué hacer con el dinero, sin embargo, sí es un asunto político. Y Fidel y Chávez narran esa cualidad: utilizar el dinero -políticamente- para proteger a la población ante momentos de dificultades con base a un plan político.
3. El Dicom y la dificultad del momento. En este sentido la operación, aunque en forma se exprese en términos financieros, en el fondo es política. El análisis sobre los aspectos técnicos de la negociación pierde validez ante la necesidad política de colocar un torniquete a la inflación, en un contexto global de sobrevivencia donde ningún país del mundo puede jactarse de “ganarle” una transacción al capital global.
El Gobierno venezolano, al entender el estado de guerra en el que se encuentra el país, toma la decisión política de priorizar la urgencia del momento por sobre los tecnicismos y la ilusión de sapiencia financiera, hoy desbaratadas con estridencia en Brasil y Argentina. Contrario a esos dos casos, la operación financiera que llevó a cabo el Gobierno venezolano tiene como prioridad a la gente y no el desbaratamiento del país.
El plan de recuperación económica que encabeza el Gobierno venezolano enfrenta actualmente un complicado cuadro económico signado por una inflación incesante y la precariedad del salario, a raíz de las deformaciones especulativas del mercado paralelo, el bloqueo financiero vía manipulación del riesgo-país y la caída de los precios del petróleo.
El Dicom como estrategia para normalizar las alteraciones del mercado cambiario que producen la inflación necesita de un flujo importante de divisas que no sólo revierta la espiral del dólar paralelo, sino que construya un mercado sólido para estabilizar el sistema de precios y por ende revalorizar el salario. Allí está el sentido político y económico de la operación.
4. Inmadurez e imbecilidad de los voceros del antichavismo. Rápidamente voceros financieros importantes de la oposición salieron a condenar la operación. Como el caso de la mala imitación de Chicago Boy, el diputado por Primero Justicia, Ángel Alvarado.
En varios tuits acusó a Goldman Sachs (el banco más poderoso del mundo, que actualmente controla altas posiciones en el gobierno de Estados Unidos y de la Unión Europea) de ser el “soporte de la dictadura”. Una opinión que contradice su desesperada narrativa de que el régimen está a punto de caer.
Asimismo acusó a sus directivos de enriquecerse con “la dictadura”, nombrando al especulador financiero que apoyó a Hillary Clinton durante las pasadas elecciones presidenciales, Warren Buffet.
Esta postura (secundada por Henrique Capriles) expresa con nitidez la inmadurez, la insolencia y la grave desubicación de quienes dicen estar preparados para gobernar y asumirían puestos claves del sistema financiero venezolano.
Se ganan de enemigos a monstruos financieros (no sólo a Goldman Sachs) que podrían ser sus aliados y prestamistas ante una hipotética toma del poder político en Venezuela. Amenazan  y generan una profunda desconfianza en titanes de las finanzas globales, con un poder casi oligopólico sobre el mercado e instituciones claves a nivel multilateral, a las cuales sí o sí tendrían que acudir siendo gobierno para tener una base económica medianamente estable.
Estas posturas subnormales e infantiles en forma y fondo, levantados por un diario de audiencia global que determina maniobras financieras enormes, no sólo emiten señales negativas y de desconfianza sobre su capacidad política ante la arena internacional, sino que también los desprestigia como operadores en los cuales sea rentable invertir para llevar a cabo la soñada transición. Anuncios