Ventajas de casarse con un cura

Publicado el 22 mayo 2014 por Iris Bernot @irisbernot
    El otro día un grupo de mujeres le envió una misiva al Papa Francisco, ( para mí y para los lectores de este blog el "Papa rebelde") en la que le relataban el gran sufrimiento del que eran presas por estar enamoradas de un cura. Le decían que era un calvario estar con un hombre de Dios, que se veían abocadas a llevar su relación en secreto y le pedían que suprimiera el celibato porque, según ellas, no tenía ningún sentido seguir manteniéndolo. Tras leer la noticia me puse a pensar en ella y tras darme cuenta de lo poco o nada que me interesaba el tema del celibato, (pequeño detalle del que son conocedores los aspirantes a curas antes de meterse al sacerdocio, por cierto), me detuve a estudiar los pros y los contras de casarse con un cura.
Mi mente comenzó a divagar con la idea de estar ante un altar con un apuesto cura dispensado del celibato y tras ver el contra más obvio, o sea, que sería un cura, pensé en las posibles ventajas que esa boda podía darme, porque siempre hay que ver el lado bueno de las cosas. Así pues, y sin más dilación, voy a enumerar las ventajas que para mí, personalmente, podría tener pasar por el infierno de una boda con un cura como futuro marido
- Dios estaría siempre conmigo: No importa lo mala pécora que yo fuera, porque Dios estaría siempre a mi lado por estar con uno de sus muchos "enchufados". Podría pedir y pedir porque todo me sería concedido.
- Se me perdonaría todo: Ya matara a la vecina, hablara mal del calvo del banco de enfrente o quemara un comedor social, Dios me lo pasaría todo por alto. Los pecados carecen de jerarquía, todos cuentan por igual, o sea, seas un ladronzuelo o un genocida se te da el mismo trato celestial, es decir,  que si pides perdón, se te da y punto.
- Se me vería bien en el vecindario: Poco importarían mis malos modos o mis "pequeños hurtos" a los vecinos, si fuera la esposa de un cura todos hablarían positivamente de mi persona. Todos me regalarían horribles bufandas hechas a ganchillo y me contarían sus soporíferas historias. 
- Mi marido sermonearía a nuestros hijos hasta la extenuación: Tendría que tener unos diez hijos más o menos y mi cuerpo sería un recipiente arrugado y deforme, pero mi marido sermonearía a nuestros hijos por todo, y así me dejarían limpiar el suelo de la cocina de rodillas en paz. No tendría más que chivarme de sus actos y acto seguido se pondría a sermonearlos hasta el coma.
- Conocería a gente muy variopinta: Me tendría que apuntar a todos los actos pro-vida, pro-familia cristiana, pro-caridad y pro-desarrollo rural del mundo pero eso me llevaría a conocer a gente de los más extrema y variopinta que haría de mi vida un festival sin igual. 
- Nunca me faltaría el dinero: La Iglesia se ocuparía de que a la familia del cura nunca le faltara de nada, me pagarían una pensión vitalicia en caso de que éste muriera y siempre podría llevarme "pequeños recuerdos" de la parroquia de turno para los beatos de mi barrio o los satánicos que buscan objetos con los que poder hacer sus rituales.  
- No tendría que tomar decisiones: Como hombre con  mentalidad del siglo pasado, mi marido cura tomaría las decisiones por mí, y de esta forma yo no tendría que preocuparme de nada excepto de amar a la Virgen María y de quedarme embarazada de continuo ( del cura, claro) Se debe de vivir muy bien en la ignorancia absoluta, yo creo que acabaría siendo muy feliz. Muy tonta, sí, pero muy feliz.
- No tendría que trabajar: Si fuera la mujer de un cura, éste, como buen hombre ultraconservador y troglodita que sería, me prohibiría y trabajar. Tendría que cuidar a mis diez hijos, sí, pero viendo el punto del sermoneo a los hijos por parte de mi supuesto marido no sería tan duro.  
- Podría aleccionar a todo el mundo: Como mujer de un cura, tendría superioridad moral porque él me la pasaría a través de nuestro vínculo conyugal, y podría mal juzgar a todo el mundo y aleccionar a todo bicho viviente. Mi moralidad sería la única correcta y mi palabra sería la ley. 
     En fin, espero que esas pobres mujeres logren su sueño y que al fin puedan estar con sus curas favoritos a plena luz del día. Bien pensado, estar con un hombre de Dios tiene también sus ventajas, ¿no? ...

Ya sé de que os reís tanto, truhanes, ya...