A Sonia
Cayenas rojas y hojas verdes
volaron en un cielo blanco.
La violencia del viento marino
soltó uno a uno, desde abajo,
en seguidilla
los botones de tu vestido.
Quedaron así al descubierto
tus pechos rosados y heniestos
Promesas de abundancia
en una lejanamente futura maternidad.
Resignada a no luchar contra la naturaleza,
dejaste tus piernas infinitas
expuestas ante mi admirada visión.
Sentí envidia de ese viento
que sin permiso,
arrancó tu vestido
hizo arder tu piel
Como brasa azuzada.
Y poseyó tu cuerpo.
Mientras, yo, con disimulo,
soñaba ser Eolo.