Desde que llegamos a la Casa quedamos gratamente sorprendidos por la amabilidad y disponibilidad de sus propietarios, Cecilia y Cristiano, ambos hablando muy bien en español, aunque comprobamos que
Convivimos en mesa y ambiente con una simpática pareja de madrileños, Sara e Iván, con los que compartimos --no podía ser menos-- el buen vodka "Kosachka rada", de Ucrania (que para algo viaja siempre con nosotros)
El ambiente estaba frío, por mor de un fuerte viento del norte, pero nos brindó la oportunidad de "sufrir" con el fresco, después del enorme calor que traíamos encima desde nuestra Valencia habitual.
El descanso nocturno fue espléndido, en la confortable habitación/suite con acceso directo desde el jardín, y por la mañana, no demasiado pronto, acudimos al porche antesala de la cocina, en la que ya los otros huéspedes estaban desayunando con fruición varias delicias de la zona.
Después del "pequeno almoço" (desayuno) nos trasladamos a la cercana playa de Amorosa, en
medio de un fuerte y desagradable viento, pese al cual había en la playa varias familias, tapadas y como refugiadas en unos paravientos y casetas de lona llamadas "barracas".
El ambiente no era demasiado agradable, pero aún pudimos curiosear por los varios restaurantes y bares de la zona, comprobando que los precios eran turísticos y más, por lo alto, aunque nos sedujo un restaurante en una de las esquinas de la rotonda de entrada, llamado "Tasca do Gomes", que ofrecía pescado fresco a la brasa, a precios altos, pero no excesivos. El problema era que hasta las 7,30 de la tarde no abrían para cenas (en Portugal, la comida es
Al retornar a nuestra Casa, hallamos unos nuevos huéspedes, María Eugenia y Pedro, de Valladolid, con quienes se instaló al momento empatía y cordialidad, y con los que gozamos del fresco y de los comentarios sobre vivencias portuguesas.
A todo esto, contamos que por la mañana habíamos ido en Viana hasta el Santuario de Santa Lucía, en el monte sobre la ciudad, deleitándonos con
Y, pasada la medianoche (portuguesa), decidimos ir a nuestras suites para seguir durmiendo sin calor y soñando con nuevos viajes, como así resultó el siguiente día.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA