Aunque en casa de la familia Ierulescu nos encontrábamos casi como en nuestra propia casa ni se trataba de eternizar nuestro alojamiento, ni de prescindir del conocimiento del resto de Rumanía.
Como no queríamos volver muy pronto a casa de los Ierulescu, nos marchamos hasta Petrosani y allí, en la calle peatonal principal, conseguimos una buena comida a base de carnes, regada con cerveza checa; y después nos desplazamos al centro comercial Kaufland, donde conseguimos una buena tarta de chocolate, para celebrar por la noche nuestra despedida de Serel con el matrimonio Ierulescu.
A anochecer, quedamos las dos parejas, es decir, los anfitriones y nosotros mismos, para degustar una cena ligera y comer la tarta, pero no solamente la nuestra, sino también otra casera que había preparado Daniela.
Desde luego, el tsuica no faltó, como tampoco un buen champagne.
Y así llegó y pasó la última noche en Serel; y la siguiente mañana, desayunamos sin prisa con toda la familia, y hasta yo mismo hube de rehusar varias botellas de tsuica que el bueno Ion Ierulescu se empeñaba en que mellevaraa España, pero que la limitación de
Al filo del mediodía, tras un montón de despedidas y abrazos, emociones por doquier, salimos en dirección a Sibiu, comentando los agradables días que noshabía brindado la estancia con la familia Ierulescu.
Ya en ruta, poco después del enlace hacia Deva, tomamos la autopista, que era de magnífico nivel europeo, en la que los rumanos gozaban apretando el acelerador, ante la ausencia de controles aparentes.
Pretendimos parar en una anunciada área de servicio, que no era tal,
De Sibiu trataré en la próxima entrada.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA