Después de muchos viajes por el universo mundo, conociendo bastantes países, lugares, parajes, accidentes geográficos y, especialmente, muchas culturas y gentes, si algo he tenido claro en los últimos tiempos, es que, dondequiera que vaya, el contacto humano, la convivencia y conocimiento de diferentes costumbresy el experimento de tratar con otras gentes de otra etnia y cultura, resulta esencial, además de apasionante.En esa conciencia, cuando me decidí a aceptar (no siendo mi costumbre) la invitación de mi estimada alumna rumana, Paula Ierulescu (ya Master en economía por la Universidad de Petrosani, Rumania), lo hice con la casi certeza de que sus familiares estaban adornados por los mismos valores de sinceridad, simpatía y buen hacer de la hija ya conocida, Paula.
Después de charlar un rato, se nos invitó a pasar al salón comedor, en el que se había dispuesto una larga mesa
repleta de todo tipo de viandas, algunas desconocidas para nosotros, a las que agregamos las lonchas de jamón español que habíamos llevado, y que se consumió por los dueños de la casa con especial placer.(Seguiré contando)SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA