Hierve la arena de las playas que, en su intento de abrazar tus pies, los abrasa. Como abrasa también la brisa caliente de una ciudad sin playa, a diferencia de la brisa fresca que sí abraza en un pueblo de mar.
Pero no solo el verano hierve. También calienta, como la emoción de los días más largos y las noches más cortas, como la alegría de las vacaciones y la ilusión por hacer planes, como el entusiasmo de los paseos a la vuelta de la esquina o de los viajes a la otra punta del planeta. Calienta como los corazones tostados al sol.
Y por último, también refresca, como los pantalones cortos o los vestidos sueltos liberados de la tiranía de las chaquetas, como el frescor colorido de la fruta de temporada, como la sed calmada por el agua en la nevera, como esa sombra deseada debajo de un árbol mientras arde todo lo que no esté bajo la hoja.
El verano es la única estación que puede hacer esas tres cosas a la vez.
Publicado el 16/6/2018