Yo fui Johnny Thunders, de Carlos Zanón: Primera y agradable aproximación al autor barcelonés. Aire nuevo para la novela negra donde abundan las referencias musicales y lugares conocidos, un plus a la hora de su lectura. Ideal para el verano.
Caligrafía de los sueños, de Juan Marsé. Retrato de la Barcelona de la post guerra y la infancia/adolescencia de Ringo, su protagonista. típica novela de Marsé, bien escrita pero a la que le falta "algo".
Miami Blues, de Tom Wolfe. Última novela del autor y acaso la menos aconsejable. Eso sí se repiten estereoripos anteriores, personajes aparentemente triunfadores (en este caso un policía cubano) a los que se les tuerce la vida de manera insospechada.
Dime quién eres, de Julia Navarro. Historia de la Guerra Civil, de un periodista de poca monta que pretende descubrir la vida de su bisabuela, de la que nadie conoce nada. Su investigación le deparará múltiples sorpresas.
Her típica historia de amor entre atípicos enamorados, un escritor y su sistema operativo, Samantha. Muy original aunque a veces roza lo ridículo por inverosimil, aun así muy buena peli
CDGB. Historia del mítico local de conciertos neoyorquino KBGB y su peculiar dueño Willy Crystal. Ni que decir tiene que la banda sonora es lo mejor del filme
Ocho apellidos vascos, de Emilio Martínez-Lázaro. Comedia llena de tópicas, en muchas ocasiones demasiado fáciles, para pasar el rato sin más.
Los Tenembaus, esta excéntrica familia nos muestra sus peculiares miembros, una deliciosa comedia que presenta unos personajes a cual más “interesante”, amén de una magnífica banda sonora.
Medianoche en Paris. Magnífica película, acaso un pelín corta, una muy original idea que quizá debiera haber cerrado un poquito mejor la trama argumental. Aún así de lo mejor de Woody Allen.
El Último Refugio, clásico del cine negro con el mejor Bogard y una guapísima Ida Lupino. Un placer revisar esta joya.
El cielo sobre Berlín, cuando los ángeles nos rodean y leen nuestros pensamientos. Difícil propuesta de Wenders
Djiango, de Quentin Tarantino, bueno aunque algo largo western. Con la violencia en los tiroteos a lo Peckinpah le sobra metraje.
El gran carnaval, de Billy Wilder, magnífica película, crítica al sensacionalismo en la prensa. Que la realidad no te estropee una buena noticia. Wilder alejado de los registros que le dieron la fama. Aun así, igual de genial en el guión y diálogos que siempre.
El retrato de Jennie, de William Dieterle, filme al servicio de Jennifer Jones la por entonces mujer del productor David O. Selznick. Aun así una verdadera joya, una hipnótica historia de amor con buenos actores (lástima del doblaje al español de Joseph Cotten) con algún fallito de script incluido.
Un funeral de muerte, de Frank Oz. Comedia británica con poco humor inglés, más tipo vodevil, con algunos momentos divertidos.
El guateque, de Blake Edwards. Amable comedia que se queda en eso. La típica película que vi de pequeño y que tenía idealizada hasta que posteriores visionados han supuesto una nueva evaluación de la misma.
El viento se levanta, de Hayao Miyazaki. Última entrega del genio del anime. Vuelve la obsesión por el cielo aunque se echa en falta el torrente de imaginación de otros filmes. Eneste caso opta más por una historia con más sentimiento que nos acerca más a La tumba de las luciérnagas.
Callejón sin salida, de John Cromwell. Humphrey Bogart en una encrucijada, cine negro en su máxima expresión en este clásico del director americano
Sucedió Una Noche, de Frank Capra, lo mismo que la anterior pero cambiar a Humphrey por Clark Gable y cine negro por comedia. Imprescindible
La Caza, de Thomas Vinterberg. Excelente film sobre los prejuicios y los juicios de valor injustos y las consecuencias que ello puede acarrear.
Crimen ferpecto, de Alex de la Iglesia. Simpática comedia sin más de un director al que deberíamos exigirle más. aun así, se pasa un buen rato.
Malditos bastardos, de Quentin Tarantino. De las mejores del autor. Interpretaciones excelsas para una historia que pese al largo metraje no le sobra nada, acaso el final no esté a la altura del resto de la trama.
Madame de..., de Max Ophuls. Clásico imprescindible. Unos pendientes cambian continuamente de mano al amparo de los avatares amorosos de los protagonistas.
Carta de una desconocida, de Max Ophuls, más de lo mismo, en este caso la adaptación de la novela de Zweig con una adorable Jean Fontaine.